Panorama político bonaerense: dos fotos, dos discusiones internas

El gobernador y el Presidente, en una pulseada sorda por la tarifa eléctrica. El impacto en la financiación nacional y un expediente políticamente sensible: el sueldo de los estatales. En la oposición, el radicalismo y su apuesta a la sorpresa.

 

Lejos del debate un poco endogámico pero archi iluminado por el control del Consejo de la Magistratura, el gobernador Axel Kicillof y el presidente Alberto Fernández sostienen una pulseada más oscura pero acaso mucho más cercana a los intereses de las mayorías: cómo impactará en la Provincia el nuevo esquema de suba de tarifas eléctricas acordado con el FMI, un expediente caliente que involucra la vital financiación nacional al Estado bonaerense.

La foto de Neuquén, con el Presidente y el Gobernador junto a sus equipos energéticos, induce a pensar en una armonía que no existe. Para empezar, el mensaje político fue diferente: Fernández apuntó al inicio de la construcción del gasoducto que permitirá reducir la antieconómica importación de gas licuado; Kicillof –con venia/pedido de CFK- al aniversario de la estatización de YPF, que según esa mirada posibilitó el desarrollo posterior de Vaca Muerta.

Pero sobre todo, lo que no hay es un acuerdo sobre la cuestión de fondo: qué hacer con las tarifas. O, en todo caso, cómo se resolverá el aumento eléctrico en su tramo bonaerense. Kicillof pulseó para que no haya un segundo incremento a los usuarios del Conurbano –Edenor y Edesur- y perdió. Ahora, dijo que su equipo que no quiere convalidar la misma medida para el interior bonaerense y La Plata, que ya paga un 30% más cara la luz que el AMBA.

Para el Conurbano, la definición completa es de Nación: establece cuánto aumenta el precio mayorista de la energía y también la distribución. Pero para el interior, lo que corresponde a este último tramo lo define Kicillof. El problema del Gobernador es que un término de la ecuación impacta directamente sobre el otro: en su equipo reconocen que si la suba a la generación es muy alta, no podrán evitar habilitar un incremento a las distribuidoras.

Hasta ahora, en la provincia están a ciegas. Nación no les dice cómo será la ecuación final y tampoco tiene certezas sobre qué pasará con los subsidios ni qué criterio fino se usará para segmentar el 10% de usuarios que pagará tarifa plena. Así, reconocen que al 22% de suba que ya recibieron los usuarios en marzo, podría agregarse un porcentaje similar en junio, más allá de lo deseos del Gobernador.

Impacto doble si ocurriera: en la base electoral del Conurbano y en el electorado del interior –y La Plata-, que el Gobernador cuida con esmero porque esas zonas, históricamente no peronistas, son donde peor le ha ido en las urnas. Es un interés político que el silencio ante el tractorazo, tanto propio como de su ministro de Agroindustria, Javier Rodríguez, demuestra cabalmente. Eso, más allá de que Kicillof crea que hay que subir retenciones a los granos.

El marco de esa pulseada es de tensión política: Kicillof viene intensificando el tono cristinista de su discurso, sobre todo en materia económica, lo que no cae bien en la Casa Rosada. A eso atribuyen en La Plata, por ejemplo, la difusión de cifras de una supuesta sub ejecución de fondos girados por Nación, que por cierto en provincia niegan. Minucias de la política. Más importante es el posible impacto de ese malestar en la financiación general de la Provincia.

Un plano sensible es el gremial: casi todas las centrales estatales bonaerenses piden un nuevo aumento de salarios que Kicillof no tiene, hoy, como solventar. Por eso, convocará a una mesa de diálogo que tiene más de contención política que de solución real. Nada es aquí inocente: los gremios, esos gremios, son una pata política importante del plan 6 por 6, el intento reeleccionista del Gobernador.

La otra foto

En la oposición, otra foto marcó la semana: la que se sacó en La Plata buena parte de la plana mayor del oficialismo radicalismo nacional con la conducción del partido bonaerense. Punto para el diputado Maximiliano Abad: hacía más de 20 años que la cúpula radical no “bajaba” a la capital provincial, por lo que el gesto se leyó como un reconocimiento a la centralidad de este territorio la pelea con el oficialismo pero sobre todo en la pulseada interna con el PRO.

En ese cónclave se reforzó un criterio: una alianza electoral con Javier Milei, que una parte del macrismo no termina de descartar, será un límite para el radicalismo. “Si avanzan por ese lado, puede haber ruptura”, se escuchó. El otro acuerdo: sin candidato a la vista, el oficialismo radical no se apurará a jugar nombres. En vez de leer ese vacío como una carencia, se proponen entenderlo como una fortaleza. El plan es dejar correr este tiempo de “enojo de la gente con la política” para “que se quemen otros” (mensaje a Santilli y Grindetti, se lanzó en la semana, por caso), mientras se instalan candidatos a presidente y en las intendencias. El razonamiento detrás de esa idea –que no comparte Evolución, el sector de Martin Lousteau que en provincia juega por ahora a Martín Tetaz y al que el oficialismo entiende como una carta para negociar- es que nunca un candidato a gobernador sacó más votos que uno a presidente. “Vamos a dar una sorpresa, justamente en el tramo medio de la boleta”, aseguran en el Comité Provincia. Mientras, buscarán más volumen político, movimiento en el que tendrá un rol importante Facundo Manes. (DIB) Por Andrés Lavaselli