Los nuevos controles y los cambios en el impuesto a las Ganancias no serán efectivos y tendrán corta duración. La incógnita es si llegarán hasta las elecciones
En mi columna del domingo pasado, les comentaba sobre la “semana de la dulzura” que había protagonizado el Gobierno en general y el equipo económico en particular, durante la semana previa. En efecto, en dicho lapso, a cada interlocutor se le dijo lo que quería oír. Al FMI y a los empresarios “que las causas de la inflación son macroeconómicas y hace falta un ordenamiento fiscal y monetario”. No sé mi amiga Georgieva, pero los de acá hasta lo aplaudieron. A los sindicalistas se les dijo que los acuerdos salariales deberían “ganarle a la inflación estimada de 30%”. Y a los muchachos del campo que “no habría suba de retenciones, ni cupos a la exportación”.
Pero, como en el aviso de la gaseosa tónica, “alguien” le debe haber dicho al Presidente “acabemos con tanta dulzura” y la semana pasada volvimos a la normalidad.
La normalidad es un programa electoral que intenta repetir la historia de los programas electorales del kirchnerismo -y no sólo del kirchnerismo-, que incluye el manejo político de la inflación. El uso de la tasa de aumento del dólar oficial como ancla antiinflacionaria, y el populismo tarifario e impositivo, para impulsar fiscalmente cierta mejora en el consumo interno.
Profundicemos cada capítulo. El manejo político de la inflación consiste en evitar que el financiamiento monetario del déficit fiscal y la destrucción del balance del Banco Central, que derrumba el poder adquisitivo del peso, se traslade a los precios de algunos productos, de manera de dar alguna “sensación de estabilidad”. Para lograrlo hay que presionar a los oferentes de dichos productos para que produzcan a pérdida, o las cantidades que el gobierno considera óptimas, bajo amenazas varias. Por supuesto que, al final del día, los que pueden compensan las eventuales pérdidas en algunos productos con mayores precios en otros. O cambian la presentación de los envases, o simplemente aceptan las condiciones, pero reducen inversión y empleo y otros, directamente, deciden dejar de producir en la Argentina. La absurda idea de que la inflación macroeconómica no se traslade a ciertos precios, sólo puede durar un ratito. ¿El ratito hasta las elecciones legislativas? Se verá.
Complementariamente, se abandonó la idea de mantener el tipo de cambio real constante -que el precio del dólar evolucione en función de la inflación pasada-. Con este cambio, se intenta que la variación del precio del dólar oficial sirva para moderar la evolución de los precios de los bienes dolarizados, sean exportables o importables. Pero como esta medida se impulsa sin reservas líquidas suficientes y con el mencionado financiamiento monetario del déficit fiscal, la brecha cambiaria difícilmente baje sustancialmente de los valores actuales y, por lo tanto, también esta política es por un ratito. ¿El ratito hasta las elecciones legislativas? Se verá.
El ministro de Economía también había anunciado que el presupuesto contemplaba no aumentar los subsidios a la energía y el transporte durante este año. Haciendo algunas cuentas a mano alzada -al estilo Ginés con el número de vacunas-, ello implica, en promedio, un incremento del 50% nominal en las tarifas. Claramente, eso no va a pasar. Con los organismos reguladores politizados, seguiremos inmersos en cuadros tarifarios que no reflejan costos de producción eficientes, que incentivan al sobreconsumo y desincentivan la inversión, y en dónde habrá negociaciones opacas y caso por caso por las deudas de las distribuidoras, generadoras y el mercado mayorista de electricidad. Adicionalmente, es probable que haya restricciones en la oferta de gas en invierno afectando la producción industrial y/o la necesidad de usar dólares de las reservas, para importar combustibles. Me siento tentado, literariamente, a repetir aquí también la fórmula del “ratito” usada en párrafos anteriores, pero teniendo en cuenta que el populismo tarifario ya lleva casi 20 años, sacrifico literatura por realidad.
Hablando de populismo, durante la semana pasada el Ejecutivo y los legisladores de la oposición hicieron suya la propuesta de cambios marginales y regresivos del impuesto a las Ganancias, consolidando un pésimo esquema impositivo para el país. Existen muchas propuestas serias de reforma para nuestro sistema impositivo. Ninguna coincide con el zafarrancho actual. El gasto público argentino (que incluye subsidios regresivos y burocracias ineficientes con sistemas obsoletos) se financia con el impuesto a la pobreza (inflación), el impuesto a la cadena productiva antipyme (ingresos brutos), el impuesto a la producción de exportables (retenciones, cupos), el impuesto al cierre de la economía anticompetencia (aranceles, cupos, cuotas), aduanas interiores (impuestos varios al tránsito de mercaderías entre las provincias), el impuesto antiinversión (bienes personales e impuesto a la riqueza), impuestos pro-empleo en negro (impuestos al trabajo elevados), y un mal diseñado y regresivo impuesto a los ingresos (mal llamado impuesto a las Ganancias).
Lo que ahora se propone es bajarles el impuesto a las Ganancias marginalmente a los asalariados de altos ingresos, y se abandona la imprescindible baja de ingresos brutos. Populismo electoral que abarca a todo el espectro político argentino, incluyendo a los legisladores y legisladoras del ex oficialismo que, en su momento, propiciaron la baja gradual de ingresos brutos y un diseño más racional del resto de los impuestos; es decir, a los legisladores y gobernadores les da lo mismo cualquier mal sistema impositivo, por un supuesto puñado de votos.
Y todavía falta agregarle a este panorama, la incertidumbre por el coronavirus y la disponibilidad de vacunas (salvo que seas VIP) y su efecto sobre el nivel de actividad y el empleo. Y tampoco se sabe si habrá programa con el FMI, o default con el Club de París.
En síntesis, la semana pasada constituyó un episodio más de “Back to the future”: vieja política para controlar la inflación y populismo impositivo. Por supuesto que todo esto será por un ratito. ¿El ratito hasta las elecciones legislativas? Se verá. (Fuente: Infobae Por
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