Primero fueron llamadas para hacer algún favor a amigos. Pero el tiempo pasó, el vicio aumentó y aquellos pedidos de vacunación en brazo amigo se hicieron más habituales . Entonces todo cambió y como suele suceder en la verticalidad de la política, los favores se convirtieron en órdenes a la hora de pelear contra el coronavirus .
La historia de la vacunación vip en el Hospital Posadas, que terminó con el ministro Ginés González García despedido , está plagada de irregularidades que tuvieron su vértice en las oficinas más poderosas del Ministerio de Salud . LA NACION reconstruyó aquellos días que decantaron en el mayor escándalo político y ético de la gestión del presidente Alberto Fernández .
Deberá el lector retener dos nombres . El primero, Alejandro Collia, exministro de Salud de la provincia de Buenos Aires y actual subsecretario de Gestión de Servicios e Institutos de la cartera que ahora conduce Carla Vizzotti . El otro, Marcelo Guille, un nicoleño como el exministro, que oficia de chofer, secretario, director suplente de una empresa de González García y experto en salud . Un verdadero polifacético .
Todo empezó a fines de diciembre, cuando uno de los hospitales más grandes del país, con algo más de 5000 trabajadores, a los que se le deben sumar entre 500 y 600 residentes, recibió 250 dosis de la Sputnik. A diferencia de otros centros de salud de la provincia de Buenos Aires, el Posadas está en el ámbito nacional. Esa característica es determinante para entender el circuito de órdenes y favores ya que las vacunas no pasan por ninguna administración provincial. Para entender: el gobierno nacional compra las vacunas, las distribuye a las provincias y estas, a su vez, a sus hospitales. En el caso del Posadas no hay intermediario: del Ministerio de Salud a Haedo.
La dirección de epidemiología del nosocomio fue la que decidió quiénes serían los primeros en recibir esas dosis. Los profesionales de terapia intensiva y quienes estaban afectados a los tratamientos de los pacientes con Covid, especialmente en el entubamiento, tuvieron preferencia. Empezó, entonces, la vacunación del personal de salud.
Con el correr de los primeros días de 2021 empezaron los llamados que partían desde los despachos del edificio de la Avenida 9 de Julio. En el Posadas los recibieron con reparos por una razón muy simple: no estaban inoculados aún todos los empleados. Pero no hubo caso, la posición de los funcionarios, Collia particularmente, y Guille, que hablaba de parte de González García, fue imposible de modificar: había que vacunar a los referidos.
De esta manera, empezaron a llegar al Posadas los primeros pasajeros vip de la Sputnik, de la vacuna, por si hay algún distraído que la confunde con la famosa nave espacial rusa de la década del 50.
El director del hospital, Alberto Maceira , que fue director del Incucai durante la gestión de Adolfo Rubinstein en la administración de Cambiemos, decidió que aquellos primeros vacunados reciban la dosis en su oficina para que no se genere malestar entre el personal. Pero tanto la lista y como la frecuencia empezaron a crecer y entonces decidió que todo suceda en el vacunatorio.
Pasaron varios personajes con su brazo expectante; no era para menos: estarían inmunizados antes que el 99,98% de la población que entonces miraba con lejanía la posibilidad de tener anticuerpos contra el Covid. Lorenzo Pepe, Daniel Scioli, Hugo Curto y su esposa, Felipe Solá, Marcelo Duhalde, entre otros 60, así como la gran mayoría de los secretarios del Ministerio de Salud se vacunaron. El procedimiento que implementaron en los despachos de la cartera sanitaria siempre tenía como emisores de la orden ministerial a Collia y Guille; se convirtieron en la contraseña para la inmunidad.
En el Posadas tuvieron que requerirles que manden de a cinco, ya que el vial de la vacuna tiene esa cantidad. Además, según cuentan los especialistas, una vez retirado del freezer, donde se conserva entre 18 y 20 grados bajo cero, solo pueden dejarse pasar dos horas y media.
Las comitivas fluyeron al ritmo de la inmunidad y la impunidad. Un día de enero llegó la orden de que los vacunados serían Carlos Zannini y su esposa. En el Posadas aquella información se recibió con enojo. No hubo manera de cambiarla y, finalmente, esta decisión modificó las cosas . El procurador del Tesoro tiene 67 años y en ningún lugar de la Argentina se ha empezado a vacunar a los menores de 70. Tampoco desarrolla funciones que merecen estar en la primera línea de la trinchera. Sin embargo, él y Patricia Alsua, 62 años y cercana a Cristina Kirchner , llegaron al Posadas a poner su brazo privilegiado. En el hospital se escuchó el malhumor ya que si bien Zannini no es de dar entrevistas ni hablar en público, su rostro es muy conocido. Su presencia podría generar bronca entre los empleados sin vacunar.
Pero no hubo caso, el hombre, que aún guarda profundo silencio por su conducta y que mantiene su cargo sin ningún reparo, llegó acompañado por Collia. Fue una demostración de poder e impunidad. «El Chino», jefe de los abogados del Estado, se coló en la fila y lo hizo haciendo una entrada triunfal en el Posadas de la mano de un funcionario del Ministerio de Salud, otro hombre conocido por todo el personal del nosocomio. Era el 22 de enero y sólo habían llegado al país dos envíos de 300.000 dosis de Sputnik cada uno. Zannini y su mujer aprovecharon aquellos stock. En el registro fueron anotados como personal de salud.
De ahí en mas, la línea se tensó aunque nada cambió. A mediados de febrero llegó el llamado que fue el principio del fin. Guille llamó a Maceira y le dijo que prepare todo para vacunar al periodista Horacio Verbitsky en las dependencias del hospital. Pero el médico se negó ya que la situación en el lugar no se podía sostener. El anonimato de algunas caras disimulaba los humores, pero la entrada del columnista no podría justificarse.
Pero el chofer y experto en salud no conoce de límites. Entonces redobló la apuesta y llamó al director, siempre de parte del ministro. La orden fue concreta: tenía que apersonarse con 10 dosis de Sputnik en el Ministerio de Salud.
Maceira decidió ir él por una simple razón: sólo cinco vacunas habían salido del Hospital Posadas y también las había llevado en persona. Se trataba de la segunda dosis que el médico le aplicó al Presidente en Olivos -la primera fue en el vacunatorio-, además de Ginés González García, los secretarios Juan Pablo Biondi, Julio Vitobello y el fotógrafo presidencial. Esa vez, Maceira llegó a la residencia con la conservadora y en su auto. No dejaron ingresar el vehículo y caminó hasta donde inoculó a la comitiva.
El operativo Verbitsky incluyó a un chofer del nosocomio (Gustavo Alonso), un administrativo, una enfermera y el propio Maceira. Ni siquiera quisieron ir en un auto oficial y fueron con el particular del médico. Partieron de Haedo con la conservadora y las 10 dosis. Así llegaron a la sede del ministerio, en la Avenida 9 de Julio, edificio que comparte con el Ministerio de Desarrollo Social, antes del mediodía. En el camino Guille les comentó que estaban autorizados, que les iban a abrir el estacionamiento del ministro, un espacio enrejado que queda contiguo a la única construcción emplazada en la popular avenida.
Los esperaba el propio Guille y nadie los acreditó al entrar. Subieron al segundo piso, un espacio reservado por donde se mueve el ministro y sus secretarios más cercanos.
En ese momento se dio un diálogo que consagra la impunidad. Guille preguntó si habían traído las vacunas y los profesionales del hospital contestaron que sí. «Ahora les digo dónde los vacunamos», contestó el chofer y supuesto experto en salud. La sorpresa fue total. Maceira había llevado las vacunas ordenadas por el Ministerio de Salud pero no pensaban aplicarlas y no tenían los elementos necesarios. Se lo hicieron saber a Guille.
Minutos después, el secretario de Ginés regresó y trajo consigo a las oficinas del ministerio las jeringas y lo necesario para que Vertbisky, cuatro miembros de la familia marplatense Adrey , el excanciller Jorge Taiana , el diputado Eduardo Valdés , el empresario Seza Manukian y el médico amigo del entonces ministro, Salomón Schachter, se pudieran vacunar. Eran nueve; el décimo se completó con el padre de Guille , Félix , otro nicoleño que poco tiene que ver con el mundo de los esenciales o de los que están en contacto con los contagiados de Covid .
Un día después, Verbitsky contó en una entrevista aquella situación y estalló el escándalo. En esas horas, Valdés escribía en Twitter su saludo de cumpleaños a Cristina Kirchner : » Siempre a tu lado, para hacer realidad efectiva junto al pueblo los sueños de Néstor: más derechos, más política, más justicia, más unión, más amor. Una vida mejor para todas y todos «.
De Guille no se sabe demasiado y Collia, pese a ser uno de los vacunados con la primera dosis de la Sputnik, está internado con Covid en un hospital bonaerense, asistido por respirador.
Pasaron unas horas y González García dejó de ser ministro no sin antes desparramar culpas a una secretaría. «Las personas vacunadas pertenecen a los grupos incluidos dentro de la población objetivo de la campaña vigente», escribió en una carta al Presidente. Luego argumentó que el error fue de su secretaría privada, quien tuvo una «confusión involuntaria en la citación a las personas vacunadas en este ministerio».
Ginés González García ya no es funcionario. Dice haber asumido las culpas del error de su secretaría privada . Tendrá más tiempos para leer a Jorge Luis Borges , que alguna vez escribió: «La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece» .