Posibles cambios agitaron la semana. Cómo está posicionado cada uno. Qué piensan el Presidente y su vice
Como ya sucedió varias veces desde que llegó la pandemia, la semana que hoy termina estuvo cruzada por rumores de cambios de Gabinete. En el Gobierno no hay quien los confirme, pero la mayoría de los funcionarios están bajo la lupa de Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Son muy pocos los que se salvan de las críticas internas, quizás porque el Frente de Todos es una coalición donde los diagnósticos sobre las razones por las que Argentina no logra ponerse de pie son bien diversos y en algunos casos contrapuestos.
Solo coinciden en que Mauricio Macri es el responsable de todos los males, lo que los lleva a demonizarlo más de lo aconsejable en un tiempo donde la población está más preocupada por el presente que por el pasado, aunque sea reciente. La sociedad busca respuestas ya, la imagen positiva del Presidente se derrumba y se acerca peligrosamente a de Cristina, el pesimismo domina las conversaciones y un dato aparece en forma inquietante. El 17% de los que votaron al FdT está disconforme con el curso del Gobierno y el 90% de esos “desencantados” tiene mala opinión de Fernández, según el estudio realizado hace pocos días por la consultora Synopsis.
“Es verdad que cayó la imagen de Alberto, pero más de un presidente de la región y del mundo quisiera tener los guarismos positivos que sigue teniendo”, repitieron cerca del Presidente, como un mantra. En efecto, el piso es alto, incluso muy alto dadas las dramáticas circunstancias: hay un núcleo duro que sigue y muy probablemente seguirá acompañando al Gobierno a pesar de los magros resultados de gestión.
Esta es la razón de fondo por la que en el oficialismo no existe verdadera preocupación por la falta de resultados económicos. “Hay margen, lo único que tenemos que asegurar es la gobernabilidad y no vemos problemas de ese tipo. De aquí a marzo del año próximo, el objetivo es encarar lo que ya no podremos hacer en tiempos electorales y no enredarnos en el día a día, porque ahí sí que perdemos», fue la explicación que buscó sonar tranquilizadora en un hombre del Instituto Patria.
Casi en tono zen, como en tiempos de Cambiemos, el empresario devenido en transmisor de la filosofía kirchnerista básica dijo en un grupo de WhatsApp que “contrariamente a lo que se cree, el nuestro no es un Gobierno de recetas ideológicas, sino pragmático. Hay cosas que no podemos hacer porque lo único que nos está vedado es defraudar a nuestros votantes, pero todos saben que se necesita estabilizar, producir y exportar”. ¿Cómo lo harán?, preguntó un ansioso. “Algunas pistas ya les fui dando”, es lo que contestó.
Fue en ese momento que buscaron recordar lo que les había transmitido tiempo atrás. Lo que, en definitiva, es lo que terminó disparando la cadena de pánico de los últimos días. Porque entre los anticipos que había dejado trascender (es cierto que antes de la llegada del COVID-19) es que el proyecto del Patria era sacarle dos ceros a la moneda, “que un café salga un peso”, y arrancar el 2021 con una equivalencia de 100 a 1. Como transición, llegar a fin de año con un dólar oficial a 95 pesos junto a la impresión de billetes de 5000 pesos.
¿Algo así puede suceder? ¿Es Martín Guzmán el ministro de Economía para ejecutar semejante “programa”? ¿Viene un cambio en el Gabinete nacional? En ese caso, ¿será inminente? Hasta ahora solo hay rumores. Pero también algunas constataciones.
Dos ministros están sólidos
Eduardo “Wado” De Pedro, el ministro del Interior, que sigue oficiando de vehículo eficaz para lograr el consenso dentro del Frente de Todos, siempre con un plus a favor de La Cámpora por supuesto, en negociaciones que no provocan ruido. Como es obvio, es un cuadro del kirchnerismo más duro pero goza del respaldo del equipo presidencial y vicepresidencial.
Gabriel “Kato” Katopodis, el ministro de Obras Públicas, que logró continuar una gestión eficiente de su antecesor reactivando las obras que se habían paralizado con la crisis del 2019, empezando a pagar deudas pendientes y trayendo soluciones para las urgencias que planteó el COVID, desde los hospitales de campaña hasta las unidades sanitarias junto a las cárceles. Dirigente del peronismo progresista, su gestión está “protegida” desde el Vaticano.
Dos ministros ganaron consenso en el último tiempo
Santiago Cafiero, el jefe de Gabinete de Ministros, que a fuerza de trabajo e innumerables resbalones empezó a hacerse respetar aún entre los más fundamentalistas, es cierto que a costa de su propia imagen, ya que aprendió que tenía que arriesgarse en los medios con la agenda que satisface a Cristina si quería sobrevivir en el Gobierno. La “mesa de los cinco”, que integra con De Pedro, Sergio Massa, Máximo Kirchner y el Presidente fue una idea de él y, cuando puede concretarla, logra los acuerdos y encarrila la gestión.
Juan Cabandié, el ministro de Ambiente, un tema que estaba último en la agenda del Gobierno que asumió el 10 de diciembre de 2019 y que quedó aún más atrás con las urgencias de la pandemia, pero que se reinstaló apenas el mundo empezó a ponerse marcha por las exigencias de los compromisos contra el cambio climático. Fue cuando los principales funcionarios le dirigieron su mirada, y ahí se encontraron con que el hijo desaparecidos estaba llevando bastante bien su tarea.
Tres ministros están en offside
Sabina Frederic, más inclinada a gestionar como antropóloga que como Ministra de Seguridad, confesó que como responsable del área está contra la ilegalidad de lo que permite Mario Ishii pero que como antropóloga debe comprenderlo. Y de políticas de seguridad no dice nada.
Felipe Solá, el ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Exterior y Culto, tuvo dificultades para hacer pie desde el comienzo, pero sufrió una dura estocada con el fracaso de la estrategia para llevar a Gustavo Beliz como presidente del BID. Viejo lobo de mar, involucró al propio Beliz y al embajador en Washington, Jorge Argüello, en el error, buscando blindarse ante un futuro reemplazo, ya son esos dos nombres los que más suenan.
María Eugenia Bielsa, la ministra de la Vivienda, que era una esperanza para Alberto Fernández. Mujer de carácter, como a él le gustan, honesta, estaba seguro de que ella podría hacerse cargo de impulsar una de las deudas pendientes más gravosas para con los sectores populares. No contaba con su obcecación, las dificultades de trato con sus colegas, tampoco con las dificultades que ella tiene para convivir con funcionarios de organizaciones sociales.
Ministros que deben ratificar cada dos por tres
Martín Guzmán, el ministro de Economía que, no importa lo que haga, siempre es poco para el “establishment económico”, suele ser la queja en Casa Rosada. Con personalidad y una destreza que tiene que probar todos los días, se enfrenta con un sistema empresarial que comprende poco y esquema político que decidió simplificar, para no perder tiempo: en la Argentina hay dos factores de poder, Cristina y Alberto (en ese orden). Sabe que lo demás le será dado por añadidura.
Matías Kulfas, el ministro de Desarrollo productivo tan criticado en el Instituto Patria por “flojito”, es decir, blando con el capital concentrado y los malos de la película. Convencido de que estos meses la situación está mal y se pondrá peor, pero el año próximo será mejor a cualquier pronóstico, desparrama optimismo cada vez que se encuentra con Fernández. Antes, el Presidente estaba igualmente convencido, ahora -cuentan- un poco menos.
Ministros que presentaron sus renuncias
Marcela Losardo, la ministra de Justicia quedó en la mira de Cristina Kirchner porque la ex jefa de Estado no comprende que la funcionaria tenga un temperamento más moderado y no sea tan combativa como suele ser el espacio político que agrupa a los kirchneristas. Su segundo, el secretario de Justicia, Juan Martín Mena, es el ala K de esa oficina y solo piensa en venganza; una forma de gestionar totalmente opuesta a la que lleva adelante la ministra que continúa en el cargo para acompañar a quién la eligió para ese puesto: el presidente Alberto Fernández.
Claudio Moroni, el ministro de Trabajo que también viene del peronismo moderado y quiso irse cada vez que fue cuestionado por los sindicalistas más duros que están en el Frente de Todos y también por dirigentes camporistas que están en Anses. Pero Héctor Daer logró disuadirlo. Y el propio Presidente. “Ustedes (por Losardo y Moroni) no pueden irse, es como si me fuera yo”, les dijo Alberto una vez y ahí están, a veces más cómodos, otras menos, pero siempre acompañando al amigo.
Ministros que manejan áreas que nadie quiere en este momento
Elizabeth Gómez Alcorta, la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad que maneja un presupuesto módico que fue recortado en la pandemia pero pasará a otro más importante en el 2021 y tuvo que lidiar con el aumento de los femicidios en medio de la cuarentena que atajó sin muchas críticas porque, finalmente, nadie cree que se pueda hacer demasiado en semejante contexto.
Luis Basterra, el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, que sabe que en cualquier momento se viene el conflicto con el campo y tendrá que lidiar entre los más ideológicos del espacio y un sector cansado de producir dólares en medio de la estigmatización continua. Tiene el respaldo de Gildo Insfrán, así que sabe que no tiene de qué preocuparse.
Agustín Rossi, el ministro de Defensa perfecto para el Frente de Todos, no solo porque conoce al kirchnerismo y sus influyentes organizaciones de derechos humanos como pocos, sino porque sabe mejor que nadie de la larga cuenta pendiente de los militares en materia salarial y presupuestaria. ¿Podrá hacer algo? Lo que él no pueda, nadie lo logrará en este Gobierno.
Roberto Salvarezza, ministro de Ciencia y Tecnología, el bioquímico que desde su banca en la Cámara de Diputados lideró las protestas contra Lino Barañao en el gobierno anterior y ahora sabe que -más temprano que tarde- tendrá que implementar un ajuste en el CONICET. Por cierto, nadie envidia su sillón.
Ginés González García, el ministro de Salud que no estuvo ni estará exento de críticas -incluso antes del primer decreto que dispuso la cuarentena- pero que nadie discute en el Gabinete. “No había otro mejor en la Argentina para hacerse cargo de una situación como ésta, que nadie imaginó y que hubiera desbordado a cualquiera”, dijeron cerca de Fernández.
Ministros que suenan de salida
Nicolás Trotta, el ministro de Educación también tuvo cortocircuitos con el ala K. Los sindicatos más vinculados al kirchnerismo en educación estaban representados por Adriana Puiggrós pero lejos de la dinámica y las necesidades que la cartera está atravesando en medio de la pandemia y la suspensión de las clases presenciales. El espíritu práctico y resolutivo del funcionario incomodó a muchos.
Matías Lammens, el ministro de Deporte y Turismo que asumió con mil planes y hoy tiene su doble área prácticamente paralizada. Le lleva planes diversos a Fernández los sábados a la tarde, cuando está más desocupado, pero lógicamente no se hace el tiempo para escucharlos y le propone “tocar un poco la guitarra”.
Tristán Bauer, el ministro de Cultura que iba a hacerse cargo de la producción de relato desde su oficina, el CCK y Tecnópolis, que puso bajo su ala. Diez meses después, con muy poco presupuesto y sin mucho ánimo de nada, en Casa Rosada contaron que él mismo está pensando en irse a vivir fuera del país y producir sus propias películas para el habla hispana.
Mario Meoni, el ministro de Transporte que realiza una más que digna gestión desde las oficinas del Palacio de Hacienda. Incluso está involucrado en la futura licitación de la Hidrovía Paraná-Paraguay a partir de un Consejo que se haría cargo de la administración, y donde Transporte tiene la mayor cantidad de acciones dentro de todos los ministerios que participan. Pero venir del massismo es una espada de Damocles que siempre cuelga sobre su cabeza para un área de tanto interés para el cristinismo.
Falta el Ministro de Desarrollo Social
Argentina se apresta a ingresar en el escenario más temido, donde una de cada personas estará por debajo de la línea de pobreza. Naciones Unidas pronostica que una vez terminada la pandemia, el 58.2% de los niños y niñas será pobre. Daniel Arroyo es el responsable para lidiar con este drama y uno podría suponer que nadie le envidia el sillón, pero no es cierto. Su ministerio está cruzado por internas e intereses diversos. Sin embargo, es difícil que haya otro funcionario mejor calificado para ese lugar.
Este es el panorama hoy. Puede cambiar en cualquier momento. Ningún gobierno avisa de antemano cuando va a hacer cambios de Gabinete, y este no es la excepción. Una sola cosa es segura: en medio de “una reconfiguración permanente del Gabinete, la decisión es que haya más apertura hacia actividades pospandemia y no menos en un contexto económico de más regulaciones y no menos», explicaron cerca del Presidente. Y sumaron algo: “En medio de semejante quilombo, la estamos llevando bastante bien”. Son miradas. (Fuente: Infobae)