En su testimonio ante la Cámara Federal de Apelaciones, el 17 de marzo de 2004, Estela de Carlotto narraba los pormenores del secuestro de su esposo, Guido, y luego de su hija, Laura, finalmente asesinada por la Dictadura, y las respuestas que le dio el genocida Bignone en dos encuentros que mantuvieron “cara a cara”.
La primera vez fue en agosto del 77, en ocasión del secuestro de su esposo. En plena desesperación, narró ante el tribunal, consiguió, mediante un contacto –la hermana del militar era conocida-, entrevistar a Bignone en su domicilio en Castelar. “Le expuse la preocupación de qué podría haber pasado con mi esposo, me aconsejó éste hombre que no pagara rescate, pero yo ya lo había pagado”, contó.
Bignone, entonces, según Carlotto, “prometió mandarme alguien para que me ayudara en mi domicilio, vivíamos entonces en la calle 59, 2 y 3 para que me prestara algún tipo de, de auxilio de información”.
Lejos de ayudar, Bignone aprovechó la ocasión para hacer inteligencia: la persona enviada fue el coronel Enrique Róspide, responsable de un grupo de tareas, quien “más que ayudarme me interrogó, tomó nota de lo que yo quise decirle y nada más, no hizo absolutamente nada, ni tampoco sucedió nada”.
Finalmente Guido Carlotto apareció el 25 de agosto por la noche “desfigurado prácticamente con 14 ó 15 kilos menos, era diabético y ferozmente torturado”.
El segundo encuentro con Bignone, siempre según el testimonio judicial, fue en diciembre del 77, esta vez en el Comando del Ejercito, en un edificio que describió como “de terror”. Carlotto retrató a un Bignone “muy loco, muy nervioso, muy histérico, me recriminó lo que hacían los subversivos, según él, que no se avenían a entregarse, que los desprestigiaban desde el exterior”.
“Yo le dije ‘quiero que a mi hija no la maten’ (…) si mi hija cometió un delito para ustedes, júzguenla y condénela que nosotros la vamos a esperar”, relató la militante por los Derechos Humanos. Entonces, reconstruyó, Bignone “se puso peor”. “Usted Señora me pide eso, pero yo acabo de venir del Uruguay donde he visitado las cárceles donde están detenidos los Tupamaros y ahí se afirman en sus convicciones y convencen a los guardiacárceles y eso nosotros acá no lo queremos Señora, acá hay que hacerlo”, fue la lapidaria respuesta del fallecido genocida.
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