El médico argentino Oscar Cingolani es uno de los cerebros que idearon el mapa mundial que permite seguir la pandemia en tiempo real y participa activamente en diversas investigaciones para vencer al virus chino
La batalla final contra el coronavirus sin duda se librará en un laboratorio de investigación. Y pudiera ser en cualquiera de los tantos lugares que alrededor del mundo no paran de estudiar el comportamiento del virus ni dejan de indagar incansablemente en las alternativas que existen para curarlo. Incluso algunas poco ortodoxas. Es la primera vez que en el mundo científico se apagaron los egos y se inició una carrera mancomunada para encontrar un freno real a la pandemia.
Y uno de los tantos cientistas que no apaga la luz de su oficina es el cardiólogo argentino Oscar Cingolani, director del Centro de Hipertensión Arterial y director asociado de la Unidad de Cuidados Críticos Cardiovasculares del prestigioso Hospital Universitario Johns Hopkins, en Baltimore, Estados Unidos, y quien desde hace más de 100 días cuando el virus apareció en este planeta se obsesionó con la idea de “ponerle el cascabel” al COVID-19.
Cingolani es un puro producto profesional made in Argentina y ahora es una de las key person mundiales en la lucha contra el COVID-19 desde la Universidad Johns Hopkins, considerado un centro científico – médico de referencia internacional. Es egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata y fue rector del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas “Norberto Quirno” (CEMIC).
Para Cingolani, la clave contra el coronavirus es la ampliación del número de testeos. Testear es la única estrategia de salud pública que permitirá conocer el escenario real que en cada país ocupará la pandemia. Luego, los gobiernos podrán tomar decisiones más precisas.
Hasta ahora el COVID-19 demostró ser un virus hábil y engañoso porque deja en la calle a muchas personas asintomáticas y oligosintomáticos -individuos con síntomas muy leves- pero en ambos casos con un alto poder infeccioso. Este virus, a diferencia del SARS del 2003, se presenta con la mayor carga viral antes del comienzo de los síntomas y no durante la enfermedad. “Hay que saber que las cifras de infectados serán siempre mucho mayores de las que podemos ver”, planteó Cingolani en una entrevista con Infobae.
– ¿Por qué el debate alrededor de los testeos se convirtió en la punta de lanza para el correcto abordaje de la pandemia y su aplicación divide a los países entre los que hicieron las cosas bien -hasta ahora- (Nueva Zelanda, Alemania, entre otros) y aquellos que las hicieron mal (Italia, España, entre otros) ?
– Lo primero que hay que saber en una pandemia como la actual por COVID-19 es que crece en forma exponencial y a partir de que se testea a un número fijo de personas por día siempre se estará atrás de las cifras reales de enfermos. Por eso, la importancia del porcentaje de positivos sobre una muestra representativa. Solo esa herramienta es la que permitirá tomar decisiones precisas sobre las cuarentenas; aislamientos totales y obligatorios como en el caso argentino.
El mayor problema de los testeos es saber qué cantidad de pacientes dan positivo y qué cantidad de test se hacen por cada millón de habitantes en cada país. El 80% de quienes se infecten tendrán síntomas leves; entre el 30 y el 50% serán asintomáticos u oligosintomáticos (personas con síntomas muy leves). Si no se testea, no se puede ver a la enfermedad real y solo aumentará la mortalidad. También hay que priorizar los nuevos test aún en elaboración, porque permitirán detectar no sólo a los infectados, sino a quienes tuvieron el virus y desarrollaron inmunidad.
Se pueden realizar los test a las categorías que pueden ser vector de contagio por el trabajo que desarrollan: médicos, enfermeros, personal sanitario, trabajadores de supermercados, agentes de policía, farmacéuticos, etcétera. A estos grupos hay que hacerles test a todos. Los nuevos test en elaboración van a medir anticuerpos y van a determinar quién está recientemente infectado, y quién ya se recuperó y generó anticuerpos. Son estos los que primero van a poder volver a trabajar. Esto hay que planearlo bien. No se puede estar en cuarentena para siempre. Los países tienen que volver a la actividad. Por eso es importante el testeo, y la salida planeada y acorde a cada escenario.
-Actualmente, usted participa en el diseño de un ensayo preliminar con un nuevo medicamento conocido y disponible y que se ha demostrado que es seguro en humanos: la prazosina. ¿De qué se trata?
-Se trata de una investigación muy preliminar, basada en un estudio retrospectivo observacional en más de 13.000 pacientes que tuvieron distrés respiratorio por varias causas (pero no por COVID-19 ) y en varios centros. La realizaron un equipo de colegas de distintas especialidades de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, dirigido por Maximilian Konig, Bert Vogelstein, Joshua Vogelstein, Susan Athey, Shibin Zhou y Chetan Bettegowda. En esta observación preliminar se vio que aquellos pacientes que ya venían tomando bloqueantes de los receptores alfa adrenérgicos (Prazosin y similares) tenían 22% menos de chances de requerir ventilación mecánica o morir de distrés. Si bien este número a primera vista no parece mayor, sería de suma importancia, ante un posible número masivo de pacientes requiriendo respiración mecánica que posiblemente desborde las terapias intensivas. Más aún, sería interesante estudiar correctamente esta teoría, dando dosis mayores de este fármaco, a aquellos que lo tolerarán. Yo estoy ayudando en el diseño de este posible ensayo clinico como co-investigador del mismo.
Cuando el coronavirus (SARS-CoV-2) ingresa a los pulmones, el sistema inmunitario responde con células que combaten los virus y liberan sustancias llamadas citocinas. En algunos casos, el sistema inmunitario sigue amplificando su respuesta, enviando más y más citocinas a pesar de que la infección podría estar bajo control. Y ocurre lo que se llama la “tormenta de citoquinas” , una respuesta inmune extrema del propio cuerpo.
Si el paciente se pone muy mal, la tormenta de citoquinas en sí misma puede ser fatal. Esa temida tormenta de citoquinas ha aparecido en otras enfermedades virales, como la gripe y el SARS.
Y aquí aparece este fármaco conocido, la prazosina, utilizado principalmente para tratar la presión arterial alta, los síntomas de una próstata agrandada y hasta el trastorno de estrés postraumático. Pero eso es solo una hipótesis, y como tal, debe ser probada de forma muy cautelosa y controlada, mediante estudios clínicos bien diseñados y fundamentados.
– ¿En estas nuevas investigaciones se pueden saltear algunos pasos científicos para ganar tiempo y poder salvar más vidas?
– Hay que ser prudentes. La prazosina produce baja de la presión y hasta desmayos, sobre todo en pacientes añosos. Por eso, de ser factible, habrá que hacerlo con muchísimo control médico.
El grupo de científicos involucrados en este nuevo estudio desde la Universidad Johns Hopkins ha visto previamente que medicamentos como la prazosina (que técnicamente se conocen como antagonistas alfa-1AR) pueden prevenir una tormenta de citocinas en ratones. Es cierto que las pruebas en animales a menudo no se traducen exitosamente en seres humanos, pero en la pandemia actual no hay tiempo para los pasos ortodoxos que requiere un estudio clínico. Por eso existe la posibilidad “de saltear ciertos pasos científicos», en este tiempo excepcional. Así y todo, estas excepciones, deben hacerse con medicamenteos con los cuales haya experiencia previa y seguridad comprobadas.
– ¿Cuáles son para usted los desafíos y los avances que se registraron luego de los primeros 100 días de la pandemia?
-Hay una batería de fármacos y otras investigaciones clínicas que están detrás de la vacuna en la carrera de la cura, pero todas aún aguardan comprobación científica. La ciencia puso el acelerador para encontrar la cura y el tratamiento para frenar la pandemia.
Nunca en la historia de la medicina de los últimos dos siglos estuvimos frente a una pandemia similar por varios factores. Pero especialmente por tener frente a nosotros un virus con tanto poder de infecciosidad y en una era donde la población añosa es muy numerosa.
Lo que estamos haciendo en EEUU son ensayos con relativa poca gente, con distintos tipos de medicamentos, para saber cuáles son los mas efectivos. Hay dos grupos: uno que está dedicándose al tratamiento antiviral y otro que está tratando la inflamación que el cuerpo humano produce debido a este virus. Hay otro tratamiento que se está haciendo conjuntamente con Nueva York y otras ciudades, que es con plasmaféresis de suero de pacientes recuperados para tratar pacientes enfermos. O analizar tratamientos con hidroxicloroquina -que aún hay que estudiar y comprobar- que dada muy precozmente puede inhibir la replicación viral.
-Justamente sobre el tratamiento de transfundir suero (plasmaféresis) de pacientes recuperados para tratar a pacientes enfermos suena como una de las líneas de investigación más promisorias . ¿Es así?
– La plasmaféresis con suero de paciente recuperado ha dado buenos resultados solo en observaciones de pocos pacientes, y sin estudios controlados. También hay que ser cautos.
Es con pacientes que se han recuperado de la enfermedad y tienen anticuerpos contra el virus. La idea es buscar a estos pacientes, testearlos para que no tengan otras enfermedades transmisibles, sacarles esos anticuerpos y luego inyectárselos en forma concentrada a otros pacientes que tengan la enfermedad. Es como si fuese una especie de vacuna rápida. En lugar de esperar que el cuerpo humano responda con los anticuerpos, se le inyectan anticuerpos formados en otro paciente, que ya no tiene la enfermedad. Es sugerido para pacientes graves, porque seguro que también puede traer otro tipo de complicaciones colaterales
También se estudian fármacos que inhiben la replicación viral y otros que bloquean los receptores de ciertas citoquinas (interleuquina-6) por nombrar un par solamente, que están siendo estudiados con grandes esperanzas. La vacuna es algo importante y fundamental, pero será lo que viene en el futuro … no será para el corto, ni para el mediano plazo.
– Uno de los temas que aún genera controversia entre los científicos es sobre la carga viral que tiene el COVID-19, ¿Cuál es su opinión al respecto?
– El coronavirus tiene dos estadios muy interesantes que permiten comprender su alta transmisibilidad. El virus infecta mucho en los primeros estadios de la enfermedad (en los primeros días, cuando los síntomas son leves o aún no están presentes)… y luego la carga del virus empieza a bajar al final de la enfermedad.
Estos pacientes de acuerdo a la respuesta inmune que tengan … o les irá bien, como en el 80% de los casos o entrarán en una segunda etapa: una respuesta inflamatoria muy severa, falta de oxígeno y colapso de los pulmones (serán aproximadamente entre el 5-10% de los casos ). Por eso es muy importante testear a esos pacientes, ni bien presenten síntomas para saber y actuar prontamente.
-Coincide con el inmunólogo italiano Sergio Romagnani -profesor de la Universidad de Florencia y quién se explaya con crudeza y precisión sobre el caso italiano y las malas decisiones que hicieron estallar la pandemia en Véneto-Lombardía- respecto de que aún estamos en la fase del misterio del coronavirus
– El virus es muy peligroso en ambientes cerrados. Son fundamentales los estudios de cuantos infectados existen en cada país, para decidir cuando salir de las cuarentenas, del distanciamiento social, y hacerlo transicionalmente. Estar con barbijos (que no sean médicos), máscaras caseras o tapabocas todo el día; habrá que evitar las grandes concentraciones; habrá que diferir por ahora todo tipo de espectáculos masivos o que aglomeren personas (deportivos, congresos, discotecas). La vida a partir de ahora será mucho más complicada, hasta que se tenga una idea más acabada de esta pandemia y/o surja una vacuna. (Fuente Infobae – Por Daniela Blanco)