Jorge Taiana fue el coordinador de la Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata, cuando la Argentina recibió a los presidentes del continente y frenó la implementación de un área de libre comercio desde Alaska a Tierra del Fuego impulsada por los Estados Unidos. Lo que le dijo Néstor Kichner, la confesión de Bush y cómo cambió el mundo desde entonces.
“Yo vine acá a discutir sobre empleo, empleo y empleo”, repetía Lula, acompañado por la sonrisa cómplice de Néstor Kirchner y el gesto cada vez más contrariado de George Bush, quien sólo se distendió minutos después, cuando se puso de pie y estrechó la mano de Vicente Fox. Es que el presidente de México había insistido en avanzar con el ALCA y buscaba consuelo de las palabras que le dedicó Kirchner: “Me parece que no fue la convocatoria de la cumbre la que está diciendo el señor presidente, con todo respeto”.
Para la sobriedad y discursos de ocasión que suelen dominar los encuentros presidenciales aquello era “un escándalo”. Lo que estaba ocurriendo en la Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata el 4 y 5 de noviembre de 2005, era un terremoto político que marcaría un antes y un después en la relación entre los Estados Unidos y América Latina.
La propuesta de la Casa Blanca de crear el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), apoyada por 29 de los 34 países que integraban la OEA, naufragaba definitivamente ante la negativa de Néstor Kirchner, Lula de Silva, Hugo Chávez, Tabaré Vázquez y Nicanor Duarte Frutos de darle una vida más a un proyecto que afectaría el desarrollo de sus países pero que también era rechazado en las calles, repletas de desocupados y pobres que cuestionaban el neoliberalismo.
“Estados Unidos, la única superpotencia en ese momento, le ofrecía a su ‘patio trasero’, a su zona de influencia, sumarse al mundo unipolar que ellos iban a encabezar a cambio de casi nada”, recuerda en diálogo con Télam el senador Jorge Taiana, quien asumiría la Cancillería un mes después de aquella cumbre. Y destaca: “Para nosotros la integración y los acuerdos tienen que ser entre iguales”.
– ¿Cuándo nació la propuesta de crear una zona de libre comercio que vaya de Alaska a Tierra del Fuego?
– El ALCA es una propuesta que lanza Bush padre, que comienza a implementar Clinton en una primera reunión en 1994 en Miami, que tiene una segunda versión en Santiago de Chile en 1998 y una tercera versión en Quebec City en 2001. Hasta ese momento los 34 países que conformaban la OEA la apoyaban, con la única disidencia de Hugo Chávez, que en ese momento ya era presidente de Venezuela. Al que hay que sumar también en Quebec a los manifestantes de las protestas callejeras de los críticos de la globalización. Fue en esa cumbre celebrada en Canadá en la que el presidente De la Rúa ofrece que la próxima cita se hiciera en la Argentina. Iba a ser la cumbre en que culminarían las negociaciones para implementar el tratado.
– ¿Qué objetivos tenía el ALCA?
– Era la culminación, en el mundo post guerra fría, de los procesos de apertura económica, desrregulación y privatizaciones que se estaban llevando adelante. Estados Unidos, la única superpotenica en ese momento, le ofrecía a su “patio trasero”, a su zona de influencia, sumarse al mundo unipolar que ellos iban a encabezar. A cambio de eso ofrecían poco. No había, como por ejemplo sucedía con la Unión Europea respecto a los países del Este, fondos de ayuda, subsidios o desarrollo de infraestructura. La propuesta de los Estados Unidos era “bajen los aranceles y avancemos”.
– ¿Cómo reaccionaban ante esto los gobiernos de la región?
– Los países productores y exportadores de alimentos, fundamentalmente los del Mercosur, tenían un análisis bastante crítico por ser competidores de los Estados Unidos en los mercados internacionales, ya que la propuesta no ofrecía ventajas para las “commodities”. También el ALCA significaba una apertura de nuestra economía industrial que la iba a destruir, fudamentalmente por la diferencia existente con la industria norteamericana. Además, le daba una serie de ventajas a Estados Unidos en materia de compras gubernamentales, patentes, etc. No era un acuerdo conveniente para los países del Mercosur, claramente.
– ¿Cuál era el estado de las negociaciones cuando Néstor Kirchner llega al gobierno?
– La negociación económica, que se llevaba en paralelo con la negociación política, hacia 2003 estaba bastante estancada. Inlcuso ese mismo año, en la ronda de la Organización Mundial de Comercio (OMC) realizada en Cancún, la idea de una mayor apertura comienza a fracasar en todo el mundo. Es en este contexto en que se produce la Cumbre de Mar del Plata, donde se suponía que debíamos terminar de aprobar el ALCA.
– Sin embargo la Cumbre se realizó igual…
– Nos planteamos si hacíamos la Cumbre o no. Recuerdo que hablo con Néstor y con Cristina y decidimos hacerla, pero en la perspectiva de un gobierno peronista, con los ejes que habían estado ausentes en la década del 90 en los debates internacionales, fundamentalmente el trabajo decente. Recibiríamos la Cumbre pero con el eje puesto en crear trabajo para combatir la pobreza y fortalecer la democracia. Trabajo, combate a la pobreza y democracia era un trípode que estaba fuera del Consenso de Washington. Nosotros llevamos ese lema y esto fue aceptado por todos los países.
– ¿Esto permitió correr al ALCA del centro del debate?
– A medida que avanzaba el proceso de negociación de la Cumbre los países del Mercosur estábamos más firmes en correr la cuestión del ALCA, posición que se fortalece con la asunción de Tabaré Vázquez en Uruguay. A los cuatro países del Mercosur se suma Venezuela, que no quería quedar condenada a una relación de dependencia con Estados Unidos, al que vendía pretoleo y compraba todo lo demás. Hugo Chávez entendía que acercándose al Sur podía modificar este esquema. Pero algunos países, con Estados Unidos a la cabeza, insistían con la aprobación del ALCA, a pesar de que a esa altura estaba claro de que no se iba a poder firmar en Mar del Plata. Nosotros decíamos “el proceso terminó porque está estancado y ha fracasado” y ellos pedían convocar a una reunión de ministros para destrabar la negociación y aprobar el acuerdo en 60 días. Así llegamos a Mar del Plata, en cuyo documento final se terminó diciendo que algunos países creían que no había condiciones para un acuerdo de libre comercio y otros sí, pero sin mencionar la continuidad de las negociaciones ni fechas, lo que de hecho vaciaba de contenido la propuesta.
– ¿Cuál cree que fue el debate que marcó la Cumbre?
– Creo que el debate más importante fue cómo enfrentábamos la globalización. Si yendo detrás de la única superpotencia, aún sin ofrecernos nada, o desde nuestra realidad, aceptando que el mundo iba hacia varios polos de poder, donde había países emergentes, donde estaba China, Rusia, India, la Unión Europea, una serie de actores con los que negociar en beneficio de nuestros países y sin quedar subordinados a los Estados Unidos. Por esta vía crece la idea de que la integración y los acuerdos tienen que ser entre iguales. Se fortalece así la idea del Mercosur y se desarrolla la propuesta de la Unasur y de la Celac.
– En la Cumbre hubo cruces fuertes e inusuales entre los propios presidentes, con Kirchner, Lula, Chávez y Bush como protagonistas, ¿cómo los recuerda?
– Con Néstor habíamos hablado varias veces sobre la Cumbre y en un momento yo le dije que nos juntáramos porque la presión iba creciendo. Él me dijo: “Vos no te muevas de tu posición porque yo no voy a terminar firmando nada que comprometa al pueblo argentino ni la visión de la historia sobre mi mandato”. Y cumplió con eso. Incluso había quienes, en el propio gobierno, me decían que esas cosas siempre se negociaban, que no tuviera una posición dura porque iba a quedar descolocado, etc. Pero Néstor, como Lula y como Chávez, sostuvieron la posición con mucha firmeza, estaban muy decididos, a pesar de ser cinco países contra 29.
– Bush parecía el más sorprendido de todos…
– Yo recuerdo una frase de Bush a la que se le prestó poca atención, que es casi al final del debate, en la que dice yo al final no se por qué tanto problema si de lo que se trata es de ver cómo juntos nos defendemos de China. Lo que se ve ahí es que tenía una visión de mediano plazo bastante clara. Pero nosotros veíamos que el unilateralismo (que había arrasado con Irak con armas de destrucción masiva, etc) duraba poco y que crecía el multipolarismo, que era a lo que apostábamos para tener un mundo más equilibrado y porque el neoliberalismo encontraba cada vez más resistencia popular.
– En paralelo a la Cumbre de las Américas se desarrolló, también en Mar del Plata, la Cumbre de los Pueblos, convocada por las organizaciones sociales y las centrales sindicales para rechazar el ALCA ¿Hubo algún tipo de coordinación?
– Hubo decisión política del gobierno nacional de permitir las manifestaciones y de no reprimirlas, como había sucedido en la Cumbre de Quebec, que quedó asilada en una burbuja mientras se reprimía a miles de manifestantes llegados de todo el mundo. La decisión de Néstor fue que la gente se expresara. Fue un acto popular muy amplio casi sin ningún tipo de incidentes y del que incluso participaron presidentes que estuvieron en la Cumbre y también futuros presidentes, como fue el caso de Evo Morales.
– ¿Qué cambió en estos 15 años, tanto en la relación con Estados los Unidos como en la integración regional?
– Lo que cambió es que estamos en un mundo multipolar, con la presencia innegable de China, con la consolidación de Rusia, la presencia también de India y el mantenimiento de la Unión Europea a pesar del Brexit. Un mundo, desde el punto de vista económico y en parte político, más repartido. Frente a esto la necesidad de integración latinoamericana es todavía mayor. La idea de subordinación a los Estados Unidos es menos prudente hoy que en el pasado. En los últimos 15 años las ventajas o posibilidades que han abierto, desde el punto de vista económico y productivo, los acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos han sido muy pobres, el grueso de la actividad ha venido por otro lado. Por otra parte, creo que el retroceso en la integración regional que se dio en los últimos años con la desactivación de la Unasur y la parálisis del Mercosur nos negó una mayor capacidad de negociación en una coyuntura mundial compleja. La pandemia no hace más que mostrarlo. Ni siquiera hemos tenido la capacidad de negociar las vacunas en bloque. (Fuente: Télam)