“Vengo a denunciar que maté a dos mujeres”. Con esta frase, el agresor, de 45 años, se presentó en la comisaría situada en Suipacha al 1100, de Retiro. Eran las 9 y los policías comenzaron a reconstruir el sangriento raid de sangre y muerte que incluyó el asesinato de una mujer en la Villa 31 y el ataque a una joven estudiante de Recoleta, concretado por un adicto al paco que la dejó al borde de la muerte, para robarle un celular con el fin de venderlo para poder comprar más droga.
Debido a las incongruencias del relato, al principio, el oficial de servicio de dicha seccional no dio crédito a los dichos del presunto agresor, quien llevaba encima una pipa para fumar paco.
No obstante, en algunos pasajes del incoherente relato expuesto por el sospechoso, el policía escuchó una dirección: la plaza Vicente López, situada frente a la iglesia de las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón.
Con este dato, el uniformado, solicitó a los policías de la comisaría con jurisdicción en esa zona que revisaran el área si se denunció algún hecho de sangre y averiguaran en los hospitales si habían atendido a alguna mujer con heridas de arma blanca.
Cuando, los efectivos llegaron al hospital Fernández, hallaron a una joven estudiante, de 22 años, con varias puñaladas. Actualmente, la víctima del ataque, está internada en grave estado, con riesgo de vida.
Al establecer la identidad la víctima, los policías establecieron que vivía en un departamento situado a pocos metros de la mencionada iglesia. La mujer llegó a gritar durante el ataque y fue encontrada por policías y bomberos en un departamento ubicado en Montevideo al 1200.
En su confesión, el agresor manifestó que la joven, de 22 años, se le acercó mientras estaba en la plaza, le dijo que se había peleado con el novio y la acompañó al departamento. Allí la atacó y la apuñaló. Creyendo que la joven estudiante había muerto, el atacante le robó el celular y una cadena de oro. Luego, huyó. Pero los policías no creyeron el relato del agresor y comenzaron a revisar las cámaras de seguridad de la zona, ante la sospecha de hubiera sorprendido a la víctima cuando llegaba al edificio en el que vive, la obligase a subir al departamento para robarle. Después, ante la presunción que la había asesinado, el atacante abandonó el departamento y se dirigió a la Villa 31, donde vendió el celular para comprar paco.
Este fue el primero de los ataques que el agresor concretó en una madrugada de sangrienta.
Al seguir con la confesión, el agresor, que vivía en situación de calle, reveló que, horas antes de presentarse en la comisaría había asesinado a otra mujer. Según el relato del adicto, el segundo homicidio ocurrió en la zona denominada como de “casas vacías”, en la Villa 31. Hasta ese momento, ningún vecino o llamado al número de emergencias 911 había alertado sobre un asesinato alguno.
Entonces, los investigadores policiales se dirigieron al lugar señalado por el agresor y, al revisar la zona hallaron el cuerpo de una joven, de 25 años, en una casa situada en la manzana 99.
Debido a que hasta anoche, los policías no habían encontrado a los familiares de las mujeres atacadas, se negaron a revelar las identidades de la joven estudiante, de 22 años, que luchaba por su vida y tampoco se informó sobre la muchacha asesinada.
Al explicar por qué mató a la joven, de 25 años, el agresor manifestó que estaba consumiendo paco y que, en un momento de la madrugada, le pidió a la víctima que compartiera la droga. Debido a que esta se negó a pasarle la pipa, la estranguló con sus manos.
El agresor, de 45 años, quedó detenido y será indagado en las próximas horas. Será sometido a una serie de estudios psiquiátricos y psicológicos con el objetivo de determinar si es o no es imputable.
Antes de la indagatoria, los investigadores policiales deberán juntar los elementos y pruebas necesarias para comprobar si la veracidad de los dichos del agresor, en caso que se niegue a declarar y trate de desvirtuar el relato realizado ante la policía.