La mayor diferencia en el seno del gabinete hoy es el inminente incremento de los servicios públicos y del lado de CFK y la Cámpora ya pusieron un tope. La idea es que no suceda más allá del 1° de marzo, para que se diluya de cara a las elecciones
Alberto Fernández se incorporó en la cama cuando leyó el WhatsApp de Zulemita, que le informaba sobre la muerte de Carlos Menem. Su primer impulso fue llamar a Cristina. Quería estar seguro de que el Senado abriría sus puertas para velar al ex Presidente.
Hasta que la esperable noticia llegó a su teléfono, Alberto dormía en la mañana del domingo con la tranquilidad de haber terminado una semana en la que la iniciativa política del Gobierno opacó, en parte, el peor número económico de los últimos tiempos: 4% de inflación.
Las reuniones programadas para toda las semana habían tenido un buen resultado a los ojos del Presidente, aunque las crónicas de los encuentros no reflejaran con exactitud su parecer: sigue teniendo a mano la suba de retenciones, si el precio de la materia prima de los alimentos no baja, y sigue pensando que la especulación en la cadena de precios es hoy la principal causa de la inflación, más allá de la situación macroeconómica.
Pero un año de ejercicio del poder le aquietaron sus ataques de furia habituales después de la lectura de los diarios.
El Presidente está convencido de que, si la proyección económica de Martín Guzmán para este año se hace realidad, nadie va a poder opacarle un triunfo nacional en las elecciones, que ya se vislumbran para noviembre. Más allá de lo que pase con las negociaciones en el Congreso para cambiar el calendario, esta semana la -siempre bien predispuesta para las necesidades del poder- jueza María Romilda Servini ya anticipó como jueza electoral que las PASO no podrán realizarse en medio de la pandemia. El Gobierno tiene ahora dos caminos abiertos hacia su ideal de atraso electoral, el Congreso y la Justicia.
Pero hoy lo central es contener la inflación. Y si bien el diagnóstico oficial es idéntico para todos los sectores internos, las soluciones no son unívocas. Por estas horas la mayor diferencia en el seno del gabinete es el inminente aumento de tarifas de servicios públicos.
Las empresas y parte del gabinete, empezando por el ministro de la Producción Matías Kulfas, están convencidos de que, después de un año de congelamiento, un 30% de aumento generalizado en las tarifas sería lo “lógico”.
Del otro lado del péndulo CFK, el Instituto Patria y la Cámpora ya pusieron un tope y una exigencia: el aumento, si es generalizado, debe ser de menos de dos dígitos (es decir un 9% como máximo) y en lo posible diferenciado. El ideal político sería que las empresas aumenten lo que quieran la luz y el gas a los barrios privados del conurbano y zonas especificas de Capital Federal, como Puerto Madero o Barrio Parque, y alivianen la carga de los sectores populares. Ese anhelo no es nuevo. Pero choca siempre con la excusa de que es imposible diferenciar las boletas. Y que tal diferenciación terminaría con una andanada de presentaciones judiciales en un momento en que la Corte es lo menos amigable posible con el Gobierno.
En el medio de las decisiones está Martín Guzmán y sus proyecciones numéricas para adentro y para el FMI. Ayer llegó a Washington su mano derecha, Sergio Chodos, quien se dispone a terminar de alinear los números con sus pares del Fondo Monetario. El ministro recibirá en mano los resultados de las rondas consultivas que tendrá Chodos esta semana en USA, cuando viaje a México junto al Presidente el próximo 23 de febrero. Para entonces piensa estar mucho mas cerca de la anhelada firma del acuerdo.
Guzmán sigue sorprendido por el aplauso que recibió el jueves por parte de los CEOS de las grandes empresas argentinas. El encuentro, que fue publicitado por el propio Gobierno como la convocatoria una vez más a los llamados “dueños de la Argentina”, terminó siendo una cumbre de empleados jerárquicos con excepción de Teddy Karagozian y Javier Madanes Quintanilla. El resto de los dueños estaban repartidos por el exterior, algunos esperando la dosis de la vacuna en Estados Unidos.
La sorpresa del Ministro tenía una doble razón. Su discurso fue casi calcado a lo que había dicho la noche anterior por un canal de televisión y que, concluyó, no tenia tanto público ABC1 como el creía porque parecieron sorprendidos por sus palabras y, segundo, porque está convencido de que en el fondo entendieron sólo una parte y no el todo.
Guzmán sabe que la inflación es un problema macro y de muchas coordenadas convergentes. Pero cada vez tiene más indicios de que en la cadena de precios la especulación está a la orden del día. Ante cada aumento de la nafta o de las tarifas, ejemplifica, “hasta el kiosquero de la esquina aumenta los precios por las dudas”,
El Ministro ha demostrado en este año que aprendió a moverse en el equilibrio del poder casi como nadie. Habla a diario con Alberto y con Cristina y es de los pocos a los que la ex Presidenta recibe en su departamento de Juncal.
Admira a la vicepresidenta y también es de los pocos a los que ella le responde con respeto intelectual. Guzmán se siente ideológicamente cerca de Cristina, pero tiene un estilo muy personal a la hora de hablar con los factores del poder.
“No dije nada distinto a lo que vengo diciendo siempre. O nunca me escucharon antes o se confundieron”, fue la reflexión de entrecasa que tuvo el ministro para con los aplaudidores del establishment local.
Lo que sí está claro es que la pelea por las tarifas deberá tener una resolución en lo inmediato. La idea es que, si van a aumentarlas, no sea más allá del 1° de marzo. Sea un 5, un 9 o un 20%, el aumento debería diluirse para las elecciones.
Lo mismo está pasando en las provincias. Esta semana llegaron las patentes a los automovilistas y motoqueros mendocinos con un incremento, en algunos casos, de casi el 150%. La rebelión que se vivió en las redes y en los medios locales fue lo suficientemente contundente como para que todos tomen nota. (Fuente: Infobae)