Vacuna contra el coronavirus: qué están haciendo las compañías farmacéuticas para acortar tiempos

Emergencia

Cronogramas acelerados, alianzas estratégicas, uso de tecnologías innovadoras, expansión de la capacidad de manufactura y producción a riesgo son algunas de las acciones que están llevando adelante

Con imágenes en blanco y negro de niños, niñas y adultos sonrientes, así anunciaba en 1955 el Semanario Argentino el descubrimiento de la vacuna contra la polio, la segunda enfermedad que se encamina a ser erradicada gracias a las vacunas. La primera fue la viruela.

Con gran parte de la población mundial confinada –o saliendo de -cuarentenas más o menos rígidas, la humanidad se encuentra nuevamente ansiosa a la espera de una vacuna​ segura y efectiva para prevenir la enfermedad Covid-19, herramienta clave para contener el avance de la pandemia, junto al desarrollo de tratamientos que funcionen contra el nuevo coronavirus. Por ahora, ninguno de esos recursos está disponible.

¿Habrá vacuna?

A la fecha, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lista 125 vacunas candidatas, de las cuales 10 ya empezaron a probarse en humanos en el marco de ensayos clínicos que se dividen en fases en las que se evalúa la dosis necesaria, la seguridad y la inmunogenicidad (es decir, si es capaz de desarrollar una respuesta de anticuerpos robusta). Dos ya arrojaron resultados de la fase 1: la de la de la empresa china CanSino Biologics y el Instituto de Biotecnología de Beijing y la de la compañía estadounidense Moderna. En rigor, sólo los datos de la investigación china fueron publicados en una revista científica (The Lancet), mientras que la empresa norteamericana emitió un comunicado de prensa.

Los resultados obtenidos en cada fase (son tres antes de la comercialización) determinan la posibilidad o no de pasar a la siguiente: se avanza desde pruebas en pequeños grupos de voluntarios sanos en etapas iniciales a involucrar miles de participantes. Para que una vacuna llegue a ser registrada y autorizada debe superar con éxito todas las instancias.

En condiciones normales, el proceso de investigación, desarrollo, aprobación y comercialización de una nueva vacuna demanda más de 5 años, puede llevar más de una década, y hay casos, como en VIH, en el que pese a los múltiples esfuerzos, todavía ninguna fue aprobada (aunque una ya está en la última fase de estudio).

Pero ante la situación extraordinaria abierta por la pandemia de coronavirus, se espera que los tiempos se acorten. El consenso entre la mayoría de los expertos es que, en el mejor de los casos, podría demandar de 12 a 18 meses.

Desde que se conoció en enero la secuencia genética del virus, grupos de científicos en universidades, institutos de investigación, laboratorios biotecnológicos y compañías farmacéuticas multinacionales se abocaron a la tarea de desarrollar una vacuna contra el SARS-CoV-2. Una de las dificultades que enfrentan es que no hay ninguna aprobada para otros coronavirus, pero algunas iniciativas reflotaron proyectos que habían quedado truncos luego de que se resolvieran los brotes provocados por SARS y MERS, integrantes de la misma familia.

Hace unos días, el ministro de Salud Ginés González García contó en conferencia de prensa que se había reunido con representantes de laboratorios multinacionales para ver en qué estado se encontraban los desarrollos. «Hay 5 o 6 que son los que seguramente van más adelantados en la carrera, o si no van más adelantados van a comprar al que se adelante cuando se produzca una innovación que lleve a la posibilidad de la vacuna o a la vacuna misma», dijo.

En las últimas horas, de hecho, la compañía MSD anunció que adquirirá a Themis Bioscience, una biotecnológica austríaca que tiene una vacuna contra Covid-19 en fase pre-clínica, al tiempo que colaborará con el IAVI (Iniciativa Internacional de Vacunas contra el SIDA) en el desarrollo de otra candidata.

González García admitió que, aunque no es inminente, hay «esperanza» de contar con una vacuna en el futuro y también habló de que, en ese caso, una sola compañía no podrá hacer frente al desafío, por lo que planteó la necesidad de una coalición productiva. La semana pasada, en tanto, llevó a la 73a Asamblea Mundial de la Salud de la OMS la preocupación por un acceso equitativo cuando esté disponible.

Cuestión de tiempos
Clarín consultó a representantes de grandes compañías farmacéuticas que trabajan en candidatas a vacuna contra Covid-19 sobre las iniciativas que llevan adelante para acortar esos plazos en el contexto de la emergencia. Cronogramas acelerados, alianzas estratégicas, uso de tecnologías innovadoras, expansión de la capacidad de manufactura y producción a riesgo son algunas de las acciones que están llevando adelante.

Para María Seoane, directora médica de Vacunas de GSK, la principal diferencia que podría desembocar en la obtención de una vacuna en menos tiempo que lo habitual radica en que «actualmente se está trabajando en forma colaborativa con distintas organizaciones públicas y privadas, universidades, laboratorios y organizaciones supranacionales, como la OMS».

A su vez, destaca una cuestión clave en la que coinciden los referentes consultados: el proceso de desarrollo tradicional es en etapas que, debido a la emergencia, se realizan en forma sincrónica. «En cuanto a la aceleración de los tiempos de desarrollo y producción, lo que sucede en este caso no es exactamente un acortamiento en los tiempos de investigación, sino que se está avanzado en forma paralela con procesos que antes se corrían de manera sucesiva».

«Definitivamente nunca vimos un proceso tan rápido como el que está teniendo lugar ahora frente a este virus», afirma el médico Nicolás Vaquer, gerente general de Pfizer Argentina. En asociación con BioNtech –con la que venía trabajando en vacunas para la influenza-, la compañía ya inició ensayos clínicos de fases 1/2 de cuatro vacunas basadas en ARN mensajero que se están testeando en simultáneo en voluntarios de 18 a 55 años. Esa tecnología, destaca Vaquer, ayuda a acelerar los tiempos de desarrollo y fabricación, ya que utiliza sólo una parte del código genético del virus que permite a las células del cuerpo generar los anticuerpos que protejan contra la infección.

«Estamos realizando a riesgo muchos pasos por adelantado. Mientras avanzamos con el desarrollo de la vacuna, comenzamos a acondicionar nuestros sitios de producción para la manufactura, aún sin saber si el proceso será exitoso. El objetivo es que, en caso de que demuestren seguridad y eficacia y obtengan aprobación regulatoria, podamos llegar a las manos de quienes lo necesitan lo antes posible. Esto genera que se acorten los tiempos, ya que se trabaja en simultáneo en las distintas etapas del proceso bajo los estándares más estrictos, contando con una tecnología más veloz y avanzando con la logística de la producción a propio riesgo del laboratorio», precisa Vaquer. Dice que el objetivo es «contar con millones de dosis para fin de año y cientos de millones para 2021, siempre que los resultados sean los esperados y contemos con la aprobación regulatoria correspondiente».

«Durante las emergencias de salud pública, los organismos reguladores pueden aprobar vacunas en investigación para su uso de emergencia, como sucedió en el pasado con nuestra vacuna contra el Ébola. Este es un contexto que demanda agilidad de todos los actores y existe una alta expectativa por parte de la población por lo que debemos ser muy cuidadosos. La disponibilidad de una vacuna depende de muchos factores, como el avance de las fases de investigación y desarrollo, los tiempos de las aprobaciones por parte de las distintas autoridades regulatorias locales, entre otros”, sostiene Paula Barreyro, directora médica y de asuntos regulatorios de Janssen Latinoamérica Sur.

El uso en emergencia establece procedimientos de registro acelerado, en el que los plazos habituales de evaluación se acortan, pero sin resignar los requerimientos de seguridad: el beneficio debe ser siempre superior al riesgo.

Bajo un cronograma acelerado, la compañía farmacéutica de Johnson & Johnson se planteó como objetivo iniciar las pruebas en humanos en septiembre de una candidata elaborada a partir de plataformas tecnologías (AdVAc y Per.C.6) que brindan la capacidad de aumentar rápidamente la escala de producción y que fueron utilizadas en la vacuna contra el ébola y en otras que se encuentran en etapa experimental (Zika, VSR y VIH) .

«Los tiempos no son comparables, porque con la vacuna del ébola desarrollamos la tecnología y para Covid-19 ya contamos con esa base«, sostiene Barreyro, quien estima que los datos clínicos preliminares sobre seguridad e inmunogenicidad estarán disponibles cerca de fin de año. «Esto podría permitir que la vacuna esté disponible para su uso de emergencia a principios de 2021». Si todo sale bien, claro.

Aún sin evidencia de que la candidata funcionará, Janssen anunció que planea iniciar la producción a riesgo de manera inminente. «La compañía y la Autoridad de Investigación y Desarrollo Avanzado Biomédico (BARDA, que depende del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos) han asumido el compromiso de destinar de manera conjunta más de mil millones de dólares a la investigación y desarrollo de una vacuna para el nuevo coronavirus. En paralelo, estamos expandiendo la capacidad de producción a nivel mundial, incluyendo el establecimiento de nuevas capacidades de fabricación de vacunas en los EE.UU. y otros países. Esta capacidad adicional ayudará a la producción rápida de una vacuna y posibilitará el suministro de más de mil millones de dosis a nivel mundial», precisa Barreyro.

«Los tiempos se acortan en los casos de pandemia debido a que todos los esfuerzos y recursos se destinan a encontrar una solución lo antes posible, tanto de parte de las compañías farmacéuticas como de las agencias regulatorias y las instituciones de salud a nivel internacional. Adicionalmente, las conversaciones con las agencias regulatorias se inician en forma precoz y son constantes para discutir la evolución del desarrollo, por lo que todos estos puntos acortan muchísimo los tiempos tradicionales de registro de nuevos productos. Finalmente, las agencias regulatorias asumen el compromiso de dar la aprobación final de las nuevas vacunas para que puedan ser accesibles a las personas en tiempo récord, alocando recursos y realizando la evaluación a medida que los datos están disponibles», analiza Judith Armoni, directora médica de Sanofi Pasteur para el Cono Sur.

Armoni destaca, a su vez, la firma de alianzas estratégicas entre compañías e instituciones de salud referentes, lo que agiliza el desarrollo (“ya que cada uno aporta su experiencia y conocimiento”). Sanofi tiene actualmente dos candidatas en investigación en fase pre-clínica. El acuerdo asumido con BARDA establece el desarrollo de una vacuna recombinante basada en proteínas candidatas contra Covid-19. «Además, recientemente anunciamos un acuerdo sin precedentes con GSK para colaborar en este sentido. Como parte de este acuerdo, proveeremos el antígeno producido mediante tecnología recombinante, lo que ayudaría a encontrar un rápido camino para desarrollar una vacuna contra Covid-19, ya que esta tecnología recombinante la hemos usado en una nueva vacuna contra la influenza. GSK proveerá tecnología de adyuvante que se agrega a algunas vacunas para aumentar la respuesta inmunitaria».

El de Sanofi se trata de un desarrollo basado en la experiencia anterior de una vacuna contra el SARS, que aprovecha una plataforma de otras vacunas recombinantes y que produce anualmente millones de dosis de antigripal. Si los ensayos preclínicos avanzan en forma exitosa, la compañía tiene previsto iniciar las pruebas en humanos en la segunda mitad de 2020. El objetivo, apuntan, es poder registrarla en unos 18 meses.

GSK, por su parte, está involucrada en 6 colaboraciones con diferentes compañías, organizaciones y centros académicos en Asia, Europa y Australia, en las que participa con el adyuvante, un complemento que se añade a algunas vacunas para mejorar la respuesta inmune del organismo, generando una inmunidad más fuerte y duradera contra las infecciones. «El uso de un adyuvante resulta de particular importancia en una pandemia, ya que puede reducir la cantidad de antígeno de vacuna requerido por dosis, lo que permite que se produzcan más dosis de vacuna y, por lo tanto, contribuye a proteger a más personas», explica Seoane.

Ninguno podrá solo
Hasta el momento son todas expectativas, ya que la mayoría de las previsiones se hacen en momentos en las que muchas candidatas todavía ni siquiera comenzaron a probarse en humanos. Y aquellas que sí ya se evalúan en ensayos clínicos todavía están en etapas tempranas de investigación, incluida la que la Universidad de Oxford del Reino Unido trabaja en colaboración con AstraZeneca, laboratorio que la semana pasada recibió 1.200 millones del BARDA para «desarrollar, producir y entregar» la vacuna. El desarrollo contempla un estudio de fase 3 con 30.000 participantes, cuyos resultados serán determinantes. El laboratorio afirma que, si se demuestra su eficacia, tiene capacidad de producir «mil millones de dosis y comenzar las entregas en septiembre de 2020».

Todos los comunicados de prensa de las compañías farmacéuticas con anuncios sobre candidatas a vacuna incluyen un apartado en el que se aclara que se trata de declaraciones prospectivas basada en expectativas sujetas a riesgos e incertidumbre respecto al éxito clínico de las investigaciones, a la obtención de aprobaciones regulatorias, a dificultades y demoras en el proceso de fabricación, a las recomendaciones de comités técnicos de vacunas, entre múltiples variables que pueden incidir no sólo en los tiempos, si no en la posibilidad de que una potencial vacuna llegue o no a ser autorizada.

En lo que coinciden los referentes consultados es en que sería una buena noticia que más de una resulte exitosa y que podrían coexistir sin inconvenientes. «Existen otras enfermedades para las que se han desarrollado más de un tipo de vacuna y que coexisten en el mercado internacional», apunta Seoane y pone como ejemplo los distintos tipos de vacunas contra la gripe (inactivada, atenuada, en cultivos celulares).

También hay acuerdo en que si se llega a obtener una vacuna segura y eficaz, ninguna compañía podrá abastecer sola a la demanda mundial.

«Una empresa sola no logrará enfrentar este desafío y será necesario el apoyo de sus pares en la industria», afirma Armoni, de Sanofi. «La demanda de dosis a nivel mundial va a ser muy grande, por lo que cuanto mayor sea la oferta, más rápido podremos cubrirla», señala Barreyro, de Janssen.

«Si llega a ser otra la vacuna que finalmente llegue al mercado, desde Pfizer asumimos el compromiso de poner a disposición nuestras capacidades productivas para colaborar con su producción y garantizar su llegada lo más rápido posible a la mayor cantidad del mundo», sostiene Vaquer. En relación a eso, añade: «Hay consenso de que los profesionales de la salud son los primeros que deberían recibirla. Y luego, los adultos mayores, que representan el siguiente grupo de más riesgo. En ese sentido, no creemos que el acceso temprano sea según países, sino por zonas más afectadas y por grupos de riesgo». 

Una de las grandes preocupaciones que surge de cara al futuro, especialmente en los países en desarrollo, está vinculada a que se garantice el acceso equitativo en caso de que se logre la aprobación y comercialización de una vacuna y que no haya privilegios en la distribución. Una de las declaraciones que encendió alarma en ese sentido fue la del director general de Sanofi, Paul Hudson, quien afirmó que que si hallaban la vacuna, la entregarían «primero» a Estados Unidos, ya que ese país «comparte el riesgo» de la investigación.

Consultada sobre cómo garantizarán el acceso a nivel mundial en caso de desarrollar una vacuna exitosa, la directora médica para el Cono Sur de la compañía afirmó a Clarín que «considerando el extraordinario desafío humanitario y financiero de la pandemia, creemos que el acceso global a las vacunas contra el Covid-19 es una prioridad y estamos comprometidos para que cualquier vacuna que pueda desarrollarse mediante esta colaboración sea asequible al público y mediante mecanismos que ofrezcan un acceso justo para la gente en todos los países. Además, seguramente la implementación se realizará de acuerdo a las directrices de los organismos regulatorios y de salud internacionales que están trabajando en guidelines (pautas) para asegurar que las vacunas estén disponibles donde se necesiten».

En ese sentido, uno de los puntos críticos de la resolución de la 73 Asamblea Mundial de la Salud es claro: establece que «las vacunas deben clasificarse como un bien público mundial con el objetivo de poner fin a la pandemia». (Clarín – Por Florencia Cunzolo)