ROMA.- Duró apenas ocho minutos y, como se esperaba, solo tuvo que ver con cuestiones formales. Pero marcó un hito el juicio que comenzó hoy en el Vaticano por abusos sexuales cometidos entre 2007 y 2012 por un sacerdote contra un monaguillo del coro del Papa y por encubrimiento de ese mismo delito del rector del instituto donde residía el menor, a la sombra de la Cúpula de San Pedro.
Tal como adelantó LA NACION, la apertura de este juicio es sin precedente en la historia de la Iglesia moderna porque los delitos por los que terminaron en el banquillo dos curas fueron cometidos en el re-seminario San Pío X, que se levanta en el Palazzo San Carlo, entre el cuartel de la gendarmería y la residencia de Santa Marta, en el Vaticano.
Se trata de un proceso fuertemente querido por el papa Francisco, que para evitar la prescripción de estos crímenes intervino personalmente en julio de 2019, cuando revisó y cambió el código de procedimiento penal del Vaticano. Hasta entonces, solo podía procederse hasta un año después de que se cometieran los delitos y luego de que la parte ofendida presentara una denuncia.
El principal imputado es don Gabriele Martinelli, que fue el primer en llegar, vestido con una polo negra, a la sala de audiencias del Tribunal del Vaticano, donde todos, respetando las normas anti-coronavirus vigentes, llevaban barbijo, mantenían distancias y sortearon controles de temperatura. De 28 años y oriundo de la ciudad de Como, en el norte de Italia, Martinelli, a quien le fue notificado el procesamiento en julio del año pasado, es acusado de crímenes horrendos, tal como recordaron en la audiencia.
Habría «usado violencia y amenaza», abusando de su autoridad y aprovechando de las relaciones de confianza establecidas en cuanto tutor y coordinador de las actividades de los seminaristas y «obligado a L.G. a someterse a relaciones carnales, actos de sodomía, masturbación sobre sí mismo y sobre el joven en diversos tiempos y lugares del Estado de la Ciudad del Vaticano». Las violencias de Martinelli sobre L.G, la víctima, cuya identidad busca protegerse, ocurrieron entre 2007 y 2012, cuando los dos eran menores y el pontífice era Benedicto XVI.
El segundo imputado, don Enrico Radice, de 70 años y también oriundo de Como, que se presentó vestido de cura, en tanto, es acusado de haber ayudado a Martinelli más de una vez, como rector del pre-seminario, en diversos momentos y lugares, no solo en Italia, sino también en el exterior, «a eludir investigaciones después de los delitos de violencia carnal libido», según las actas de imputación leídas ante los acusados, que estuvieron acompañados por sus abogados, las dos mujeres, en una audiencia en la que también estuvieron presentes dos periodistas acreditados en el Vaticano.
El presidente del Tribunal del Vaticano, Giuseppe Pignatone, ex procurador antimafia, recordó que el 3 de octubre de 2013 don Radice desestimó las denuncias presentadas por la víctima en una carta que le envió al obispo de Como, Diego Attilio Coletti, hablando de «fumus persecutionis» (humo de persecución). Aunque no es todo. También falsificó y envió una carta, sobre papel membretado de la diócesis de Como, en la que anunciaba la inminente ordenación sacerdotal de Martinelli. El obispo desconoció esa carta. Además, en un interrogatorio al que fue sometido por los fiscales del Vaticano en 2018, aseguró «con certeza absoluta» de no estar en conocimiento de actos homosexuales y de libido en el pre-seminario del que era rector: así, obstaculizó las investigaciones.
Luego de pedirle a la abogada de Radice presentarles más pruebas «porque este tribunal quiere darle el mayor espacio posible a la defensa», antes del viernes, Pignatone fijó la próxima audiencia para el 27 de octubre próximo. Al hacerlo, explicó que el motivo de esa fecha es «debido a compromisos de este tribunal con un caso ya avanzado», algo que hizo pensar en el maxi-juicio que, por otro lado, la justicia vaticana está preparando por el escándalo financiero estallado por el mal uso de fondos reservados de la Secretaría de Estado.
La investigación comenzó al salir a la luz una inversión millonaria de un edificio en Londres, que resultó desastrosa, que provocó la suspensión de diversos funcionarios del Vaticano y la explosiva renuncia, el 24 de septiembre pasado, de uno de los hombres más poderosos de la curia romana: el cardenal italiano Angelo Becciu, que fue sustituto -es decir, el número 3 de la Santa Sede- entre 2011 y 2018. Aunque aún no ha sido notificado formalmente, Becciu se encuentra cada vez más complicado en el escándalo, sobre todo después del arresto, anoche, de Cecilia Marogna, mujer de 39 años, oriunda de Cerdeña, como él, acusada de haber gastado fondos reservados de la Secretaría de Estado para comprarse zapatos, carteras, joyas y demás accesorios de lujo.
(Fuente: La Nación)