Vueltas olímpicas: tragedia o sensatez…

Correo del Lector

Ya finalizando las Vueltas Olímpicas de este año, deseo expresar el sentir de las Instituciones educativas al analizar este supuesto “festejo” como uno de los cierres de etapa que los alumnos naturalizaron. Si bien no es la única actividad de cierre, nos apena profundamente que una trayectoria que pretende ser de crecimiento personal para cada adolescente, tenga este corolario. Al hablar de crecimiento personal implicamos no solamente aspectos cognitivos, sino también herramientas para poder enfrentar la vida desde valores que se sustenten en el “ser persona”. Unos tras otros vemos desfilar en estos días por la puerta de nuestros colegios a los 6tos años con actitudes agresivas, cantos insultantes, carteles denigrantes (y a veces “auto-denigrantes”). Han sido arrojados a los frentes e interior de los colegios trozos de pescados, frutas podridas, barro, huevos, carretes de papel (que si no abren impactan duro), bombitas de agua de dudoso contenido y en algunos casos hasta piedras. Incluso ha habido (al igual que el año pasado) rotura de vidrios, con la increíble “suerte” de que no haya lastimados. Algunos grupos fueron acompañados por padres en los recorridos que, en algunos casos y más allá de la buena intención, no han podido frenar todo lo antedicho. Desde hace algunos años, se acuerda en reunión con el Municipio pautas, días, horarios e itinerarios que han contribuido a una mejora con respecto a años anteriores, pero que evidentemente (a las pruebas me remito) no alcanza. Por supuesto, esta pretendida “actividad celebrativa”, comienza la noche anterior con las “previas” (los chicos no las conciben sin ellas), con la ya conocida (incluso por los propios padres) ingesta de alcohol. Nuestros sueños educativos, el esfuerzo y el amor de cada equipo docente, la ilusión de cada equipo directivo (cada uno de ellos con sus aciertos y desafíos, pero siempre queriendo lo mejor para los alumnos) choca tristemente con esta patética y no ética manera de “festejar”.
Es cierto que ha habido buenas intenciones de mejora con respecto años anteriores. La intervención del Municipio reuniendo a las partes involucradas para organizar un cronograma (para que no se superpongan), un horario de inicio (para que no estén de madrugada molestando a los vecinos), un itinerario (para que se respeten lugares sensibles en el recorrido como el hospital o los hogares de nuestros mayores), un recordatorio de las normas a cumplir, listas de lugares habilitados para hacer las previas, el acompañamiento de seguridad urbana, etc ha cortado en su momento situaciones que se habían desvirtuado peligrosamente. También es sabido que las instituciones educativas hemos reforzado con reuniones con los alumnos y los padres tratando de concientizar sobre la responsabilidad de algo que no es organizado, ni sugerido, ni avalado por los colegios. Todas las iniciativas para mejorar la situación han sido valiosas y las rescatamos. Lo que queremos decir es que la evidencia nos manifiesta que no alcanza. Que no es lo que deseamos para nuestros jóvenes, y que no podemos seguir dependiendo de la “suerte” porque los lastimados son “leves”, ni podemos esperar a que sea una tragedia lo que haga que finalice todo esto.
Desde lo personal nos propusimos este año visibilizar el problema para ir generando conciencia del mismo, hemos ido a los medios, mantuvimos reuniones en el ámbito político, hemos dialogado con los alumnos todo el año, trajimos especialistas para dar charlas de concientización, nos hemos reunido los directivos (más allá de mantenernos en contacto durante el año con la mayoría), hicimos reuniones con los padres con firma de acta-acuerdo incluida, propusimos alternativas (no solo para las vueltas olímpicas sino también para el “upd”, la “presentación de camperas”, el “uvi”, el picnic de primavera, la cena de egresados, etc); siempre tratando de seguir los lineamientos generales de no prohibir, sino de consensuar y limitar para que se vaya diluyendo este tipo de “festejo”. Pero vuelvo a decir, no alcanza. No solo que no se “diluye” sino que se están retomando niveles de agresividad que nos obligan a intervenir más drásticamente. Los alumnos de cada escuela (no diferencio escuelas por considerarlo un problema de la juventud de Chascomús en general, más allá de los matices que cada institución tenga. Por eso, la frase que hemos instalado entre los directivos es “no son los tuyos, no son los míos, son los nuestros”). La realidad es que la policía o la seguridad urbana no interviene (o no puede intervenir), los padres en su mayoría no se hacen cargo (salvo las honrosas excepciones que evidentemente se debaten en la impotencia) y se auto-convencen con argumentos que suenan a negación, se contentan con que las previas sean en la casa de alguno de ellos (sin que esto impida que algunos “quiebren” antes de llegar al colegio, con la consiguiente responsabilidad civil de la que parecen no tomar conciencia…) y los alumnos son adolescentes que buscan “tirar de la soga” todo lo que los adultos les permitan y un poco más… Pero evidentemente, una vez más, las soluciones deberán salir de las escuelas (cuando en realidad, repito, no es algo “escolar”). Valoramos y agradecemos los aportes y avances y los mantendremos, pero no nos podemos conformar. El “bastante bien” en comparación con episodios de años anteriores ya no nos sirve. Pero está claro que esto no da para más. Procuraremos tomar decisiones más claras y firmes para asumir lo que las familias en su mayoría no asumen o no pueden enfrentar. Siempre acordando con las autoridades, entre los directivos y con los padres de las promociones que vienen, pero con la firmeza que requiere el compromiso amoroso con nuestros alumnos y los valores que queremos transmitir, se enojen quienes se enojen. Y ojalá logremos que lo que modifique la situación no sea una tragedia, sino la sensatez.

José (Lito) Balabanian Director de nivel secundario de Nuestra Sra. de Luján