Alberto Fernández complicó su relación con Donald Trump por las actividades políticas de Evo Morales en la Argentina

Alberto Fernández demostró templanza humanitaria y política cuando logró que Evo Morales se exiliara en México sin un rasguño y en la Casa Blanca se bendijo ese movimiento del presidente argentino porque ayudaba a descomprimir la situación institucional en Bolivia. Si Donald Trump no hubiera avalado la decisión de Alberto Fernández, el ex Presidente cocalero estaría ahora preso en La Paz.
El Departamento de Estado apretó los dientes cuando comprobó que Alberto Fernández había tomado la decisión de refugiar al ex presidente boliviano en Buenos Aires. Se sucedieron dos sondeos informales y la respuesta extraoficial del gobierno argentino fue liviana y ambivalente.
Alberto Fernández asumió la resistencia diplomática de Washington a la creciente actividad electoral de Morales y optó por un guión político que sólo es efectivo en las formas: apoya al ex presidente boliviano y evita las fotos públicas como si eso fuera una atenuante mediático para el malestar creciente en el Departamento de Estado.
Mientras tanto, Evo Morales continúa con su marcha electoral. Hizo una docena de actos proselitistas, posteó tuits con sus opiniones políticas y prepara para este domingo una movida gigantesca con mil dirigentes del MAS para iniciar la campaña presidencial contra el gobierno transitorio de Jeanine Añez.
La avanzada política de Evo Morales en la Argentina mereció dos réplicas diplomáticas en Washington. Son gestos de advertencia que parecen leves y burocráticos, pero que exhiben la intención de Trump de revelar al gobierno peronista su malestar por el apoyo institucional al ex presidente de Bolivia.
Aunque trate el tema con cierta displicencia cuando se lo consulta en los medios, Alberto Fernández pensaba viajar a Washington en febrero para encontrarse con Trump en el Salón Oval, reunirse con Kristalina Georgieva en el Fondo Monetario Internacional (FMI), explicar su plan de gobierno a los inversores americanos en Wall Street y moverse hasta Houston para predicar sobre Vaca Muerta.

Esta agenda presidencial quedó en stand by, y la razón formal es burocrática: Jorge Argüello, futuro embajador en Estados Unidos, no será recibido en enero para presentar sus cartas credenciales. Y hasta que ello no ocurra, no se puede organizar una visita oficial del presidente argentino.

A Trump no le costaría nada abrir 15 minutos su agenda en la Casa Blanca para recibir a Argüello y aguardar a Alberto Fernández un mes más tarde. Pero los gestos diplomáticos son un arte político en Washington, que ya decidió bloquear las aspiraciones presidenciales de Morales en Bolivia.

En este contexto, la Casa Blanca resaltó aún más su malestar cuando postergó su decisión sobre las exportaciones nacionales de acero y aluminio hacia los Estados Unidos. Trump amenazó con un aumento de aranceles vía tuit y luego calló a la espera de la réplica argentina. Ocurrió a pocos días de la asunción de Alberto Fernández, y había confianza en resolver el entuerto antes de fin de año.