Juan Manuel Casella: “Se requiere un radicalismo que alce su voz todas las veces que sea necesario”

En el marco del gobierno de Cambiemos

Tal como había anunciado los Ateneos “Arturo Illia” e “Hiplito Yrigoyen”, el pasado viernes visitó Chascomús el dirigente radical Juan Manuel Casella, que brindó una charla en el salón de conferencias de la delegación local de Consejo Profesional de Ciencias económicas.
Previamente, quien fuera Ministro de Trabajo en el gobierno de Raúl Alfonsín, participó de un homenaje al fallecido Presidente al pie del monumento que lo recuerda en el Parque Libres del Sur.
Tras colocar una ofrenda floral, junto con el vecino Pablo Ferreyra, el ex legislador se dirigió a los presentes haciendo una semblanza de Alfonsín y recordando algunas anécdotas.
Posteriormente se trasladó a la sala donde brindo la charla, que fue seguida por una nutrida concurrencia.
Palabras de Casella
Al iniciar su alocución, Casella aclaró que abordaría tres temas, la actualidad del país, el PRO y la UCR.
Sobre la situación del país, dijo que “en la Convención de la Unión Cívica Radical realizada en Gualeguaychú, el partido resolvió integrar la Coalición Cambiemos, junto a la Coalición Cívica y el PRO, buscando el triunfo electoral para derrotar la propuesta de un gobierno populista, autoritario y corrupto”, refiriéndose al del kirchnerismo.
Sostuvo seguidamente que “el objetivo se logró pero que Cambiemos fue una coalición electoral ganadora, que no se convirtió en coalición de gobierno”.
Agregando que “en el mejor de los casos, algunas veces opera como coalición parlamentaria. Carece de una agenda común y de un sistema orgánico de consultas y decisiones en el que los socios vuelquen análisis y propuestas, impidan errores o corrijan los cometidos”.

Resaltó después que “la experiencia comparada indica que no hay coalición exitosa si sus miembros, al integrarla, ponen en peligro su identidad y su espacio de cobertura social”.
Siempre en el mismo sentido Casella recordó que Mauricio Macri dijo que “no se trata de una coalición, sino de un acuerdo electoral y que el que ganó tiene el derecho de gobernar «.
Afirmó no obstante, que “no apostamos al fracaso ni el retroceso todos, queremos que el éxito electoral de Cambiemos se convierta en un gobierno exitoso; porque los problemas y las crisis que se producen en un país las paga el hombre y no el gobernante”.
Destacó seguidamente que “esa actitud no debe convertirse en un sentimiento genérico y poco crítico. Los radicales tenemos que tener, frente al gobierno nacional, una posición de análisis, viendo cómo se desempeña el gobierno, cómo está el país y cómo se encuentra el radicalismo”.
“La presencia de un radicalismo autónomo, coherente, activo, competitivo y convocante también le interesa a Cambiemos, porque la fortaleza de la coalición tiene relación directa con la fortaleza de cada uno de sus miembros. Las actitudes despectivas o desconsideradas, así como las pretensiones de absorción, la debilitan y empobrecen”.
Al analizar la situación del país, Casella fue contundente al explicar que “la Argentina viene arrastrando un problema de características injustas e inmorales; según la última encuesta, hoy 25% de la población se encuentra viviendo en una situación de pobreza”.
“En Argentina -remarcó- se han producido, el año pasado, 150 millones de toneladas de granos, por lo tanto, es inaceptable que en este país haya gente que pase hambre, no hay razón para que suceda eso”.
Al respecto indicó que “el Poder Ejecutivo integrado en su mayoría por funcionarios provenientes del ámbito privado, formados en organigramas jerárquico empresariales, con poca sensibilidad para percibir el estado de ánimo social y escasa experiencia para administrar con los menores costos posibles”.
En ese marco, expresó que “el primer problema que debemos abordar es cómo hacemos para crecer en nuestra economía y transmitir una porción fundamental de ese crecimiento en el sentido de terminar con la pobreza. Coincido con el enunciado del Presidente Macri cuando dijo que su objetivo era pobreza cero. Coincido en ese objetivo que tiene un carácter simbólico porque cero pobreza no hay en ningún lugar del mundo, pero como contenido simbólico, como convocatoria está muy bien. Lo que no me parece bien es que la política económica no esté respondiendo con la velocidad necesaria. No hay suficiente crecimiento, el 2%, 3% es importante pero no alcanza, no tiene ritmo y tenemos algunos rasgos de nuestra economía que son preocupantes como el endeudamiento, por un lado y el déficit de la balanza comercial por otro.
Hay que apresurar, además, la distribución del ingreso. El mercado sirve para producir bienes, pero no los distribuye. Para asegurar la incorporación de los sectores de menores recursos, hay que tener políticas públicas, porque el mercado tiende a la concentración”.
A continuación, manifestó que estaba de acuerdo con el gradualismo económico del gobierno, pero que “la gente en los dos últimos dos años ha recibido el impacto de tarifas que son muy fuertes. Aclaro por razones de honestidad intelectual que eran impactos inevitables porque había una política de precios relativos que era absolutamente insostenible, pero lo cierto es que la gente subsiente que las esperanzas que tenía en un cambio fuerte con el nuevo gobierno no se han convertido en realidad todavía”, añadiendo que “las últimas medidas tomadas en materia previsional han agravado la situación y si esto continúa se corre el peligro que se consolide una oposición, que a nivel mundial tiende a ser de extrema derecha”.
Otro tema que también abordó fue el del conflicto de intereses, destacando que “existe cuando un funcionario a cargo de un área estatal, antes de su designación oficial haya sido accionista o haya conducido un grupo empresario dedicado a una actividad incluida en el ámbito de su competencia actual. El peligro consiste en que el designado favorezca los intereses del grupo del que proviene. No hacen falta hechos concretos. El riesgo potencial es suficiente para que exista el conflicto.
Ese riesgo está presente en el primer nivel del Gobierno, con varios casos que fueron saliendo a la luz en los últimos tiempos e involucran a ministros y altos funcionarios. No se trata de imputaciones personales sino de situaciones objetivas: desde el punto de vista del interés colectivo, el riesgo existe”.
El PRO es un partido conservador
Con respecto al PRO dijo que “es un partido conservador que quiere crecer. Para crecer en un país donde la gente tiene alineación política, hay que hacerlo a costa de los otros. Por lo tanto, yo no voy a criticar al PRO porque haga eso, yo voy a criticar al radicalismo que no se defiende de eso. El problema es la UCR. En la provincia de Buenos Aires, el radicalismo no sólo corre riesgo de municipalizarse, corre riesgo de ruralizarse. Los 40 intendentes radicales gobiernan al 6% de la población. Eso es no sólo un desperdicio, sino que es poco funcional. Porque los problemas centrales de la Argentina están ubicados en las grandes ciudades.
Desde mi punto de vista, un conservador es alguien que quiere mantener el poder en manos de quienes ya lo tienen. Y cuando me refiero al poder, me refiero al poder político, económico, social e incluso al poder cultural. Además, los conservadores en general (no digo que no haya excepciones) consideran la desigualdad como algo natural.
El radicalismo nació para otra cosa. El radicalismo nació para ampliar los ámbitos de participación popular, no para conservar el poder en manos de quienes ya lo tenían, sino para darle el poder a quienes no lo tenían. Y los episodios más importantes de la historia del radicalismo están vinculados con esa ampliación de poder. En primer lugar, Alem y la causa de los desposeídos: clara búsqueda de incorporar a quienes estaban afuera. En segundo lugar, Yrigoyen y la soberanía popular. Yrigoyen no hizo nada más que darle al pueblo el derecho a decidir sobre su propio destino, con lo que amplió las bases de participación política, hasta incluir a todos los argentinos. En tercer lugar, la Reforma Universitaria, que fue un espectacular salto en materia de participación y de ampliación de las bases de sustentabilidad del poder, porque permitió el acceso a la educación superior a miles de jóvenes que pasaron a ser fundamentales, no sólo para el país, sino también para la Unión Cívica Radical. En cuarto lugar, Larralde, Lebensohn y el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. Si alguien duda del contenido del artículo 14 bis sugiero simplemente que lo lea. Es un programa de transformación social de la Argentina, que a lo mejor hoy puede ser analizado con la vocación de modernizarlo, de incorporar cosas que no estaban en el ’57 y que están ahora. Pero su contenido esencial implica un proyecto de transformación social muy valioso. En último lugar, Raúl Alfonsín y los derechos humanos. Porque ahí la cosa funcionó al revés: no pasó por ampliar las bases de participación para los que estaban abajo, sino meter dentro del derecho a los que consideraban afuera: los que habían dado golpes en la Argentina, los que habían sido dictadores, los que habían masacrado gente, siempre se fueron a sus casas sin sufrir las consecuencias de sus actos. Alfonsín logró ampliar el Estado de derecho para que todos los argentinos supieran que a partir de ese momento la ley era igual para todos.
La UCR hoy
Siempre en el mismo sentido señaló que “se requiere un radicalismo que alce su voz todas las veces que sea necesario”.
Agregando que “debemos garantizar las condiciones sociales de la libertad, como dijo alguna vez Gabriel Del Mazo: ´la libertad no solamente para hablar sino para vivir y alcanzar determinada calidad de bienes en el plano material´.
La UCR ha sido un factor positivo en la instalación y la evolución de la democracia con contenido social en el marco de la libertad y la igualdad, comprometido con la causa popular en la consolidación de la soberanía popular y en el pleno funcionamiento del estado de derecho. Estamos convencidos de que debe seguir siéndolo, y ratificamos nuestra identificación con sus valores, sus definiciones programáticas, sus esencias morales y su definitivo compromiso.
Con un tercio de los argentinos asediados por la pobreza, la UCR debe confirmar que nació como la causa de los desposeídos, definición inicial que anticipó la ética de la solidaridad.
Pero hoy, las cosas no funcionan de esa manera. Los organismos partidarios no actúan con la regularidad, la visibilidad y la capacidad decisional que fija la Carta Orgánica. Las relaciones con el gobierno nacional se encauzan por vías no institucionales y por intermedio de dirigentes que no fueron designados formalmente, no informan públicamente sobre el contenido de sus intercambios y cuando ejercen la crítica que provoca la gestión estatal, lo hacen en el ámbito cerrado de las oficinas del Ejecutivo, sin que el pueblo se entere más allá de alguna frase incidental y oblicua. Pareciera que la crítica abierta perjudica al gobierno, cuando en realidad es la manera más leal y más efectiva de prevenir y corregir errores en un país que quiere ser democrático.
La UCR se ha convertido en un partido sin voz, sin opinión conocida, sin comunicación con el pueblo y así resigna su función conductiva y desprotege al hombre de a pie. Nadie sabe qué piensa la UCR sobre los temas centrales de la Nación y el mundo y un partido que no se expresa, pierde vigencia y representatividad.
No hablamos de cargos: el radicalismo debe intervenir en la elaboración, desarrollo y control de las estrategias de gobierno porque su historia demuestra que está en condiciones de agregar política y visión progresista.
Los componentes progresistas de la propuesta radical se expresan en contenidos básicos permanentes e irrenunciables que definen lo esencial de su pensamiento: garantías absolutas para ejercer la libertad dentro de la ley, políticas de distribución del ingreso que promuevan el mayor nivel de igualdad posible en el acceso a los bienes materiales, la calidad de la enseñanza pública -incluyendo en ella la Universidad reformista –que provea los medios para ejercer la libertad y absorber el nuevo conocimiento y la defensa del interés del país en materia de relaciones internacionales.
Hay una dirigencia radical que está demasiado atemorizada, que se niega a formular la menor crítica sobre el gobierno. Creen que si hacen una crítica, si manifiestan su opinión sobre lo que no está bien, se puede perjudicar al gobierno, y por supuesto que esto no es así.
Los integrantes de la UCR van a las reuniones a enterarse de las decisiones que ya han tomado Macri, Lopetegui, Quintana y Peña. Eso le quita a Cambiemos la posibilidad de contar con el pensamiento, con el conjunto de principios y la experiencia política de la UCR.
Debemos seguir ampliando el espacio de participación política, y esa ampliación debe profundizarse con relación al pueblo, pero también con relación a los propios radicales. Y voy a utilizar un solo ejemplo, el único ejemplo que conozco bien: la provincia de Buenos Aires. En 1957, la Carta Orgánica provincial incorporó el voto directo, como formas de resolver quiénes eran las autoridades partidarias y quiénes eran los candidatos. El año pasado hubo elecciones nacionales, hubo tres candidatos a diputados por la provincia de Buenos Aires. Nadie sabe quién los designó. Pero sepan una cosa: no fue por voto directo. Eso implica un retroceso enorme en la forma de operación democrática de la Unión cívica Radical. Eso no puede seguir así, porque, en lugar de ampliar la participación, la estamos restringiendo. Estamos oligarquizando la política.
Otra forma de evaluar los resultados electorales es por los cargos. En el caso de los cargos, en realidad lo que se obtiene es una apariencia de aproximación al poder. Por eso, previamente, hace falta saber para qué quiero los votos y para qué quiero los cargos.
Nuestro interlocutor es el hombre común. Como fue con Alem, con Yrigoyen y con todos nuestros grandes hombres. Nuestro partido es un partido con origen popular porque se relaciona con el pueblo íntimamente, y transmitirle ideas y opiniones al pueblo es esencial.
Además, hemos podido comprobar que cuando el radicalismo habla, algo pasa en la sociedad y en el gobierno. Transener y el intento de arancelamiento universitario que presentó un diputado nacional, que mereció la corrección inmediata del bloque de diputados nacionales., son dos ejemplos”.
Finalmente sostuvo que la UCR “tiene que modificar el régimen de incompatibilidades en la organización del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, y de los comités provinciales, haciendo referencia a los casos de Cornejo y Salvador, ya que la lealtad en el ejercicio de gobierno muchas veces choca con la justa demanda partidaria”.

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