Y le siguen diciendo “Justicia”…

Los cuestionamientos al Poder Judicial

El discurso y las propuestas de Alberto Fernández. La defensa de Cristina, jaque a los acusadores. La causa dólar futuro, desde cinco años atrás. Cómo funciona el más aristocrático de los poderes en Comodoro Py. Lo que padece la gente común en otros juzgados. Las iniciativas oficiales, todas con historia.

El presidente Alberto Fernández cuestionó en el Congreso al Poder Judicial (PJ, en adelante), propuso leyes para adecentarlo. Varias se están discutiendo, alguna es mandato constitucional desde 1853, otras recogen tradiciones añejas. La derecha autóctona se indignó, el elenco estable de juristas de los medios dominantes clamó al cielo, como de costumbre.

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner protagonizó por Zoom un clásico de la política: la acusada que desnuda a sus fiscales o jueces, que disecciona sus maniobras y a quiénes sirven. Los medios audiovisuales, condenados a divulgarla, acumularon un rating inusual para el horario.

 

Spoiler: esta columna analiza el PJ más allá del Lawfare. Usará poco esa expresión, en parte porque prefiere recorrer hechos y argumentos. En parte porque las carencias y los vicios del PJ trascienden a los juzgados federales. La elusión de impuestos, la perpetuación antiética en los cargos, el maltrato a personas comunes que acuden a juzgados ordinarios son menú de todos los días. Llamar “Justicia” al PJ es un error de lenguaje, extendido. Este cronista lo rebate, sin éxito, desde hace décadas. Reincide en la intención, sin ilusiones.

Repasemos historias, personajes, retrocedamos casi cinco años.

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Un día lluvioso y peronista: A diferencia de lo sucedido esta semana, el 13 de abril de 2016 Comodoro Py sí quería que Cristina visitara el antro. El juez federal Claudio Bonadio la citó en la causa de dólar futuro, La entonces ex presidenta “estuvo a derecho”, como siempre. Había resuelto no ser candidata a diputada en 2015: no tener fueros.

Transcurría un atípico día peronista: diluviaba en Buenos Aires, la muchedumbre se congregó igual. Formadores de opinión afirmaban que “la gente quiere ver presa a Cristina”. Decenas de miles de homínidos “no gente” bancaron a CFK. A la salida del juzgado, ella les habló.

Empezó exhortando: “tranquilos”. Y dejó claro por qué no se asiló en la comodidad de los fueros. “Me pueden citar 20 veces más, me pueden meter presa, pero no callar. Voy a estar siempre con ustedes. No vean este hecho como el ataque a una persona”. Se quedó corta con el número de citaciones, acertó en el resto.

La multitud algo expresó, emitió un mensaje: “si la tocan a Cristina/ qué quilombo se va a armar”. El gobierno de Mauricio Macri y sus aliados judiciales no se atrevieron a detenerla entre ese día y las elecciones de 2017. Amagaron hacerlo cuando llegó a la Cámara Alta pero la frenaron, entre otros, los senadores justicialistas. Durante un lapso, los estrategas macristas confiaban en que Cristina en libertad era el freno para el regreso del peronismo en la Casa Rosada. Erraron el vizcachazo, ahora se sabe.

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De la servilleta al Parnaso: Bonadio nació en una servilleta célebre y falleció en olor de santidad para la Biblia de la derecha. A partir de 2016 frecuentó al juez de la Corte Ricardo Lorenzetti. Cofrades y aliados, pusieron en práctica la llamada “doctrina (Martín) Irurzun”. Este camarista federal la inscribió en infaustas resoluciones: prisión preventiva para dirigentes opositores, sin condena, a veces sin proceso. Fuego a discreción contra la presunción de inocencia.

Irurzun puso el gancho, la idea la parió Lorenzetti tal como probó la colega Irina Hauser en uno de sus libros sobre la Corte Suprema.

Venía el manejo perverso de la ley del Arrepentido: “o acusás a un kirchnerista o te mando en cana. Y hacelo pronto porque las sortijas se acaban”.

Nac and pop and menemista de origen, Bonadio empezó a festejar los días de la Independencia. La estadounidense. Se hizo asiduo de los respectivos ágapes en la Embajada. Lo ovacionaban, reseñan relatos contemporáneos. Hay que ser iluso o mentiroso para imaginar que reconocían sus méritos jurídicos. Aplaudían su alineamiento político.

Los sorteos de nuevas causas favorecían a Bonadio, arrollando a la ley de posibilidades. Adrián Paenza probó que era imposible semejante racha de suerte, comparable a la que tenía el Patriarca de Gabriel García Márquez en la lotería de su imaginario país.

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Breviario anti ético: La conversión de Lorenzetti le resultó insuficiente a Macri. Carlos Rosenkrantz desembarcó en la Corte con ayuda de senadores peronistas en tránsito. Una de sus tres primeras movidas fue redactar una Acordada en la que la Corte ratificaba cien tipos de obstáculos para entorpecer el acceso público a las declaraciones juradas de sus vocales. Sólo Horacio Rosatti, otro recién llegado, visibilizó la suya. Ambos intentaron entrar por la ventana merced a un decreto, una ilegalidad que se retractó.

Contra el sentido común extendido: no toda mala ley es inconstitucional, no toda conducta reprobable es delito. Tal confusión es jactancia de autoritarios. Los jueces eluden impuestos invocando un fallo espantoso. En una de esas es lícito…

La jueza Elena Highton de Nolasco gambeteó su salida de la Corte por haber llegado a los 75 años amañando un amparo ante un juez solícito. Lo roscó con quien era ministro de Justicia, Germán Garavano. Se hizo lugar a la demanda en primera instancia, una farsa. El Estado debía apelar, Garavano (Macri, pues) no interpuso el recurso. Highton sigue atornillada a su sillón, ajando una valiosa trayectoria judicial y un desempeño anterior digno en la Corte. El ejemplo, espantoso, recorre el borde de lo legal. De ahí para abajo, cualquier imitación es posible.

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Persecuciones políticas y destratos a gente común: La persecución a dirigentes opositores carece de precedentes desde la recuperación democrática en 1983. El gobernador jujeño Gerardo Morales despuntó el vicio con Milagro Sala, arrestada sin condenas ni proceso. El correligionario Ernesto Sanz confesó la irregularidad, la santificó como imprescindible. El radicalismo volvió a sus viejos, malos, tiempos… pre alfonsinistas. Como furgón de cola del PRO o como locomotora, en este aspecto.

Los reflectores enfocan a los juzgados federales que sustancian expedientes resonantes. Las rémoras de los Tribunales se expanden en otros fueros, “ordinarios” en jerga. Damnifican a gente común, litigantes de a pie. Las causas son eternas lo que ínsitamente favorece a la parte más poderosa. Así es, de modo clavado, en los pleitos laborales, suele suceder en otros. Engolada y distante, la judicatura mira poco a sus administrados. Miles padecen destratos, plazos vaticanos, están impedidos de entender qué expresan las sentencias que les llegan tarde… Escritas en dialecto abstruso, para no ser comprendidas.

La lucha del movimiento feminista arroja claridad sobre el modus operandi judicial respecto de la violencia de género, con pico en los femicidios. La crónica diaria revela desprecios por las víctimas, pereza frente a sus demandas. Una nota reciente de Mariana Carbajal publicada en PáginaI12 desnuda que hasta pijotean la entrega de tobilleras. Están a su alcance, prevendrían in extremis hechos de violencia. “La Justicia” remolonea, en irrevocable declive. Cristina desenmascaró a sus juzgadores y a otros como ellos, sin apartarse del temario porque la agenda en debate es la insolidaridad cotidiana, los abusos de poder, el machismo, el sesgo de clase.

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Del precámbrico al 2021: Las propuestas legislativas que enumeró el Presidente respetan la institucionalidad. Opinables, como todo, algunas recogen precedentes venerables. El Tribunal Federal de Garantías para aliviar a la Corte de miles de reclamos por arbitrariedad reformaría la ley 48. El número deschava la edad: data del siglo XIX, el precámbrico en términos históricos. El añorado maestro de juristas Julio Maier propugnaba una modificación semejante. La movida será consultada con los gobernadores porque atañe a los poderes judiciales de provincias. Apego al federalismo, cero urgencias, nula bulimia de poder.

El control cruzado de poderes es clave en la Constitución. Abreva en las clásicas enseñanzas del barón de Montesquieu; la división de poderes, caramba. La versión vernácula derechosa exalta el contrapoder judicial, desdeñando al Legislativo y a los Ejecutivos, cuyos mandatos emanan del voto popular, funcionan por períodos determinados y solo pueden revalidarse o renovarse en el cuarto oscuro.

El juicio por jurados es un modo de participación ciudadana, frecuente en países del primer mundo. Se aplica en varias provincias, oxigena un poco el aire elitista. El pueblo puede equivocarse pero es el soberano en democracia. La deuda con el mandato constitucional es, largamente, sesquicentenaria.

Los Poderes Judiciales son conservadores, por lo general. “Tiran” a derecha. Se concentran más en hechos pasados que en el futuro. Sus cuadros se anquilosan como élite. Dichas características se expanden en el planeta. Pero en Estados Unidos, por ejemplo, algunos funcionarios o magistrados son electivos. En otras comarcas los jueces no duran “full life”. La mayor rémora del PJ argentino es ideológica. Los jueces naturalizan privilegios como la exención impositiva auto otorgada. Se hacen nombrar como “Su Señoría”. Reparten puestos entre la parentela, practican la endogamia. Airear esas reglas no escritas insumiría años, si comenzara a procurarse. El intento, sin embargo o por eso, vale la pena.

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Sobre corbatas y antagonismos: El firmante de esta columna se recibió de abogado hace cosa de medio siglo. Ejerció la profesión durante más de 27 años, en tribunales comunes. Solo entró a los federales o departió con miembros de la Corte siendo periodista. Fatigó diariamente los juzgados laborales, civiles, comerciales, de la Ciudad Autónoma y de Buenos Aires. Luego, se fue volcando a su actual laburo.

Cuando asistía a su última audiencia como letrado (corría el año 1998) un juez se negó a tomarla: el infrascripto (de casi 50 pirulos, bodas de plata como profesional) no llevaba corbata. Al hacerlo, Su Señoría dilató los trámites de un juicio laboral infinito, damnificando al laburante-actor. Por entonces, publiqué una contratapa en este diario, se tituló “Será justicia, con corbata”.

Inspirado por el formalismo extremo, recorrí ciertas cuestiones que se reiteran ahora. Otras son novedades como la persecución y la cárcel para dirigentes opositores al macrismo y al establishment.

Como abogado retirado y como periodista uno sabe que el Poder Judicial, como otros espacios estatales, es un territorio heterogéneo y en disputa. Abundan protagonistas dignos que laburan el doble. Con el tiempo noté que en casi cualquier juzgado o repartición pública odiosos e ineficientes hay alguien o álguienes que reman contra la corriente. Compensan algo, parcialmente.

Las generalizaciones saben ser injustas. Enfardar a todos los miembros del PJ sería una de ellas. Sobran ejemplos diferenciados, deben saludarse y rehuir las generalizaciones o los repudios absolutos.

Todo esto dicho, el más aristocrático de los poderes atraviesa su peor etapa desde 1983. Los discursos de Alberto y de Cristina, formulados desde sitiales distintos, emitieron un alerta. Y las propuestas en danza son un reparo correcto e insuficiente para una herida que sangra demasiado.

(Fuente:Pagina 12 /Por Mario Wainfeld)